Bécquer y el Romanticismo. Un trabajo de instituto rescatado

He encontrado un trabajo de instituto realizado hace muchísimos años para la clase de Literatura (3º de BUP). Es sobre Bécquer y el Romanticismo. Lo transcribo tal cual, incluyendo la valoración de la profesora, corrigiendo errores gramaticales. Así completo el artículo que en breve publicaré sobre el Romanticismo literario.

Bécquer y el Romanticismo

Se podrá observar la visión personal que tenía (y aún conservo en parte) sobre el autor y su obra, y cómo no, la inmadurez inocente al escribir mis impresiones, propias de la edad. No obstante, visto desde la perspectectiva de hoy, no está nada mal para un bachiller de la época (años 90).

«(…) No busquéis ya los cosos donde justaban galanes, las piadosas ermitas albergue de peregrinos o el castillo hospitalario para el que llamaba de paz a sus puertas (…). Las fiestas peculiares de cada población comienzan a encontrarse ridículas o de mal gusto por los ilustrados, los antiguos usos caen en el olvido, la tradición se rompe, y todo lo que no es nuevo se menosprecia (…). Ya que la sociedad se apresura a revestirse de una nueva forma, debíamos guardar (…) la imagen de todo eso que va a desaparecer (…). Mañana (…) se preguntarán los que vengan detrás de nosotros de qué modo vivían sus padres y nadie sabrá responderles; (…) leerán la Historia sin saberla explicar, y verán moverse a nuestros héroes nacionales con la estupefacción con que los muchachos ven moverse a una marioneta sin saber los reseortes a los que obedece.»

Cartas desde mi celda, Carta tercera. G. A. Bécquer.

Introducción

Dada su personalidad débil y atormentada, puebla sus obras el espíritu del postromanticismo. Su prosa en Leyendas se inspira en el folklore germánico. Explora el mundo interno del yo, se abastece de las dudas que acechan la vida diaria, se plantea el sentido del amor, de la vida; viaja a lo misterioso del ser humano.

Romanticismo

Origen

Del término «romántico», se denominaban romances las lenguas vernáculas procedentes del latín. Después pasó a dar nombre a los poemas heroicos de aventuras caballerescas y amores cortesanos escritos en esas lenguas. Pasaron a ser llamadas así, en tono despectivo, dada su irrealidad.

Gustavo Adolfo Becquer

Aparición

El Romanticismo aparece o se incuba probablemente en Alemania, en el s.XIX, desde su comienzo aproximadamente hasta mediados de la centuria. Se extiende entonces por toda Europa.

Tema

Se considera como una revolución de los ideales contra el clasicismo. Rompe con las normas artísticas establecidas.

El Romanticismo se encamina a mundos distintos, salvajes, apasionantes, remotos en el tiempo y el espacio; exótico y de ambiente medieval, denota aversión contra lo establecido, inclinándose a la perfectibilidad del hombre: sus recursos espirituales.

Con esto se dice que valora lo piscológico por encima de lo ético, entra en contacto con la intimidad del alma humana; su conciencia, sus principios individuales…

En literatura, es como si ésa renaciera de nuevo. El misterio del alma humana, su moral, los conflictos personales, los afectos humanos, sus pasiones… todo esto, se da cita en la fantástica «realidad» dura de la vida del romántico.

Autores

Se pueden destacar, entre una larga lista, a William Blake y Byron en Inglaterra; Victor Hugo en Francia; los hermanos Grimm y Goethe en Alemania; y en España, Rosalía de Castro y Bécquer.

Tardío en España

Se inicia más tarde que en los demás países de Europa (hacia 1835); sin embargo, consigue perdurar durante más tiempo, sobreviviendo sus temas en la literatura pese a la aparición del Realismo.

De inspiración del Romanticismo alemán, posee sentimiento y sensibilidad -sin llegar al patetismo sentimental-. Se abre a mundos interiores del alma, la profundidad del yo, la melancolía, el misterio.

Del lenguaje se puede decir que no está muy cargado, que es sencillo, claro, suave, al mismo tiempo preciso, expresivo, fuerte.

La mayor funte de inspiración alemana es su folklore, que se denota muy claramente en Bécquer.

Vida de G.A. Bécquer

Nace en Sevilla el 17 de febrero de 1836. Hérfano a temprana edad, desde pequeño denota síntomas de una desafiante imaginación y espíritu romántico. Su segundo hogar de crianza, la casa de su tía Manuela, le proporciona una biblioteca suculenta donde lee a Balzac, Victor Hugo, Chateaubriand… todo ello, seguramente, lo marca de por vida para su posterior obra literaria.

De salud débil y enfermiza, está a punto de morir en 1858. Se enamora locamente de Elisa Guillén, amor imposible y que nunca llegó a cuajar. Fue uno de esos amores que a la par elevan a lo divino y a la felicidad por sentir lo má bello del mundo, hace ciego ante la realidad del desengaño, y se convierte, obsesivamente, en El Amor, sin remedios, sin soluciones; El Amor que es adoración.

Se casa con Casta Esteban sin quererla, pero fue un fracaso que dejó dos hijos y se termina por evaporar en 1868. Años antes de disolverse el matrimonio, en 1863, Bécquer pasa una temporada en el monasterio de Veruela (Zaragoza) con su hermano y pintor Valeriano, para restablecerse de su mala salud.

Muere en 1870 por enfriamiento, meses después de la pérdida de Valeriano. Para nada fue su vida lo que soñó que quería ser, desde que, a sus catorce años, «a la orilla del Betis», soltaba su imaginación y evadía los minúsculos deseos y futuros planes a los ecos de las aguas, a la móvil e inquieta sombra de los álamos; todos esos sueños quedaron en su mente, como versos secos de una rima nunca escrita.

«Cuando yo tenía catorce o quince años y mi alma estaba henchida de deseos sin nombre, de pensamientos puros y de esa esperanza sin límites que es la más preciada joya de la juventud; (…) ¡Cuántos días absorto en la contemplación de mis sueños de niño, fui a sentarme en us ribera, y allí, donde los álamos me protegían con su sombra, daba rienda suelta a mis pensamientos (…)! Yo soñaba entonces una vida independiente y dichosa, semejante a la del pájaro, que nace para cantar (…)»

Cartas desde mi celda. Carta tercera.

Monasterio de Veruela
Fuente: http://www.lasimagenesqueyoveo.com

Obra de Bécquer

La vida literaria de Gustavo Adolfo está poblada de cambios de trabajo en periódicos y revistas; alterna con artículos ycolaboraciones, sobre todo en leyendas; éstas, en su casi totalidad, tienen su difusión a trvés de «El Contemporáneo», de Madrid. Bécquer, además, realiza otras tareas. Entre ellas la de censor literario.

Aunque en un momento cre esperar el éxito de manos del teatro y la pintura, se decanta por la poesía y la prosa.

Rimas

Prefiere y defiende la poesía corta. Para Bécquer condensa más una idea, un sentimiento, en una creación breve. Las Rimas que hoy conocemos tienen su historia. El manuscrito de sus rimas lo entregó a Gonzalo Bravo para que lo prologara y editara; sin embargo lo destruyó un incendio en el palacio de Bravo, Bécquer se vio obligado a reconstruírlo -con alguna rima menos, 79 en total- en el llamado Libro de los gorriones.

IV

¡Los suspiros son aire, y van al aire!

¡Las lágrimas son agua, y van al mar!

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú adónde va?

XXXVIII

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquella que el vuelo refrenaban

en tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres…

esas… ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día…

esas…¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar,

tur corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido… desengáñate,

así… ¡no te querrán!

Pequeñas, breves, escuetas, sí… pero eternamente significativas, ecos de la penunbra de un mundo casi único. El mundo de Gustavo Adolfo, que frente a la adversidad que lo desengañó de la vida y el amor, continuaba alzándose como torre acerada, esculpiendo en el aire y en el tiempo pequeños pétalos -dudas, gemidos, quejas, risas, besos- que eran y son sus rimas.

Homenaje de Alberti a Bécquer

En la poesí de su época, Rafael Alberti homenajea a Bécquer -figura importante e impresionante para él y su generación-, además de otros escritores, como a Jorge Guillén. «Sobre los Ángeles» (1927-28) refleja una época de Alberti en la cual se desmorona su ideal y pierde significado el sabor y el sentido de su existencia. Esta serie de poemas es su lucha para revivir.

El Ángel de la Arena

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me

espiaban,

temerosos de lazos y palabras duras.

Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,

cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles

y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba

desnudo,

invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.

¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.

Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

De «Sobre los Ángeles». Huésped de las Nieblas, III.

Leyendas

Obras póstumas, desde luego (su recopilación), y publicadas la mayoría en «El Contemporáneo», firmadas anónimas, como era costumbre en los redactores de su época.

Sus leyendas son un género que aborda con rasgos propios: prosa sencilla y poética, increíblemente fantástica e imaginativa, cualidades paralelas al carácter del escritor. En ellas resucita el pasado medieval -tiempos lejanos y misteriosos, si no aún extraños-, con influencia también de las inglesas novelas góticas de castillos, ambientes tétricos y fantasmales. Las ruinas -presentes en numerosas leyendas-, sorprenden gratamente por la hermosura y belleza con que Bécquer las muestra. Así también él las veía, asombrado por su encantamiento.

Del amor se representa una fuerte visión comprable a los amores caballerescos medievales, trágicos y desgraciados; y esconde en ellos una enseñanza casi filosófica o difícil de entender. En este plano, el complicado y oscuro, se aventura a describir y mostrar en la mente del lector los difíciles sentimientos, profundos e íntimos, de un ser humano despechado, o feliz, o enamorado… todo ello conjuga una descripción de sus propios estados mentales e íntimos a modo de escapar de ellos, para que no lo torturen dad su confusión de la realidad con la fantasía -como él mismo dice «Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para siempre»-, para dejarlos ir y que críen en el papel sensaciones para el lector nada parecidos a las que por Bécquer rondaron impacientes. De ellas y de la tradición germánica surgieron los fantasmas, gnomos, espíritus diabólicos y engendros que muestra en sus leyendas.

Un sinfín de expresiones en las leyendas anuncian un rasgo del Modernismo. Un rasgo becqueriano que en Rubén Darío deja huella; y que en los románticos de hoy día todavía les parece estar fresca la tinta de sus hondas palabras.

El Miserere

«(…) Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas las capuchas, entre los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y los blancos dientes las oscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el petril de la iglesia a aquel precipicio, salir del fondo de las aguas y, agarrándose con los largos dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas, trepar por ellas hasta tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con na desgarradora expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David:

-«¡Miserere mei; Domine, secundum magnum misericordiam tuam!»(…)»

Terror que parece haber salido de los mismo huesos de los monjes; terror tradicional que envuelve en Historia y en los resquicios de la mente humana. «Crujen… crujen los huesos, y de sus médulas han de parecer que salen los alaridos».

Valeriano Bécquer
Valeriano Bécquer

Tres Fechas

«(…) Contemplé por algunos instantes el sombrío convento, en aquella ocasión más sombrío que nunca ante mis ojos; y ya me disponía a alejarme, cuando hirió a mis oídos el son de una campana de voz cascada y sorda, que tocaba pausadamente, mientras le acompañaba, formando contraste con ella, una especie de desquiloncillo que comenzó a voltear de pronto con una rapidez y un tañido tan agudo y continuado, que parecía como acometido de un vértigo.

Nada más extraño que aquel edificio, cuya negra silueta se dibujaba sobre el cielo como la de una roca erizada de mil y mil picos caprichosos, hablando con sus lenguas de bronce por medio de las campanas, que parecían agitarse al impulso de seres invisibles, una como llorando con sollozos ahogados, la otra como riendo con carcajadas estridentes, semejantes a la risa de una mujer loca (…)».

No contento con esculpir las imágenes quiméricas de sus sueños, nos acerca a su visión personal de casas, palacios, plazas, mezclado todo con el ambiente que los rodea y haciendo suya una manera única de descripción que solo Bécquer puede «hacernos sentir».

La cueva de la mora

«(…) Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse para volver de nuevo al lado de su amante, cuando silbó una saeta y resonó un grito.

(…) La mora, herida de muerte, logró sin embargo arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. Éste, al verla cubierta de sangre y próxima a morir, racuperó su razón y, conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban, volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía y, sin acercársela a los labios, preguntó a la mora:

-¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión y, si me salvo, salvarte conmigo?

La mora, que había caído al suelo desvanecida por falta de sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal invocando el nombre del Todopoderoso (…)»

Amor a última hora de la vida, donde se prueba la verdadera fuerza del sentir en un amor imposible, desesperado y suficientemente preparado para unir a dos personas tan distintas de un modo trágico y, nunca mejor dicho, romántico.

Cartas desde mi celda

Publicadas entre mayo y octubre de 1864 en «El Contemporáneo». Como ya se ha dicho, Bécquer viaja al monasterio de Nuestra Señora de Veruela en Zaragoza con su hermano Valeriano para recuperarse de su débil salud. Las nueve cartas -la última de ellas escrita en Madrid- nos acercan a un pasado de historia, cultura y arte de España; a sus costumbres y supersticiones, creencias misteriosas; al entorno del monasterio, el cual describe amablemente y con grata sorpresa.

Deja entrever su fascinación al encontrar aquellos bosques y montes mágicos, escenarios maravillosos, que tanttas veces descubre en otros lugares y que en aquel, particularmente, se abre paso a multitud de sensaciones, presas más de adoración y melancolía que de simple belleza natural.

Siguiendo otros derroteros, nos descubre en las cartas, también fracasos y desilusiones, como tantos se lleva en su vida de lucha contra la realidad que, que mismo tiempo, está obligado a aceptar.

«(…) En cuanto a mí puedo asegurar a usted que en aquel templo abandonado y desnudo, rodeado de tumbas silenciosas, donde descansan ilustres próceres, (…) me infundió más hondo respeto, me pareció más hermosa, más rodeada de una atmósfera de solemnidad y grandeza indefinibles que otras muchas que había visto antes en retablos churriguerescos, muy cargadas de joyas ridículas, muy alumbradas de luces en forma de pirámides y de estrellas, muy engalanados con profusión de flores y de papel y de trapo (…)».

Cartas desde mi celda. Carta novena, a la señorita U. L. A.

Historia de los templos de España

«La más amplia y detallada descripción de cuantos en nuestra patria representan el sentimiento religioso, la devoción, la piedad y arte bajo múltiples aspectos», dice Bécquer.

Esta obra consta de cinco únicas entregas, aparecidas entre el 5 de agosto de 1857 y el 5 de enero de 1858. Aparecen íntegramente construcciones toledanas: la Basílica de Santa Leocadia, San Juan de los Reyes, ermita del Cristo de la Luz, Santa María la Blanca y Nuestra Señora del Tránsito.

Cartas literarias a una mujer

También publicadas en «El Contemporáneo», entre diciembre de 1860 y abril de 1861. Bécquer mismo afirma del amor: «Es la suprema ley del Universo; ley misteriosa por la que todo se gobierna y rige, desde el átomo inanimado hasta la criatura racional». No las llega a finalizar. Relacionadas con las rimas y por su brevedad -4 cartas-, dejan claro un testimonio de importancia de la mujer en su creación poética.

«(…) Sabe de una vez, y para siempre, que tal como os manifestáis yo creo, y conmigo lo creen todos, que las mujeres son la poesía del mundo».

Carta tercera, 4 de abril, 1861.

Más proyectos

Bécquer llevó a cabo junto a su hermano un proyecto periodístico. Durante tres años y hasta su muerte, ve quincelanlmente la luz el periódico «La Ilustración de Madrid», acompañado, claro está, por los dibujos de Valeriano, puesto que no ocupó ningún otro dibujante. Un periódico donde ni faltan colaboraciones -Amador de los Ríos, Roberto Robers, Pradilla, Eusebio Blasco-, actualidad, cultura -el mayor espacio de la publicación está reservado y ocupado por ella-, ternura por parte de su creador y director literario simultáneamente.

Un periódico que proporciona a Bécquer un gran placer al comentar los dibujos de su hermano; trabaja en exceso, nunca a disgusto. Es un gran placer su labor periodística, literaria y cultural de l que se seient eorgullosísimo. Orgulloso de él, de su hermano; de ser libre de firmar los artículos con su nombre sin esconderse. Todo ello bajo la tinta de un poeta sin aires de grandeza, orgulloso de sí, de su labor, nunca por afán de protagonismo.

Conclusión

Después de haber tenido en mis manos muchas obras de Bécquer, parece como si él mismo me hablara a través de las palabras dirigidas tan gratamente a mi comprensión. Tal vez encuentre en estos libros la esencia del escritor en lo que fue su vida: obra que nos lega a través del tiempo.

Leo atentamente, me sacuden efervescentes pasajes con momentos febriles de sus múltiples noches en vela. Concluyo que era poeta por naturaleza. Desde esa biblioteca de su niñez hasta su estancia en el monasterio de Veruela, nada pudo cambiar en su carácter.

Medianoche, luz de velas, sus libros; el ambiente monótono, rústico, acogedor; la pluma, las cuartillas, las quimeras… todo era preparado para el comienzo de su tarea en plasmar sentimientos en descripciones fantásticas, en relatos de leyendas tortuosas; plasmar su carácter y sus sueños y sus deseos solo con el tono de poeta aletargado en las nubes del crepúsculo que son, sin duda, su medio locomotor para viajar adonde es capaz de hacerlo Bécquer.

Sumido en la melancolía romántica del aire, la tierra, las personas de su época, la familiaridad con que define los rasgos de una montaña o una criatura irreal… las costumbres de un pueblo poco corriente -todos los pueblos son para Bécquer nido de riqueza literaria y cultural- o de sus gentes; todo ello nutre al poeta de su necesario alimento. Sin las emociones de la soledad de su carácter no hay poesía; sin el amor arrebatado de su musa no hay poesía.

Nunca se da por vencido; después de un colérico turbión que derrumba su castillo, allí está el caballero legendario que puebla un Toledo fascinante o un Moncayo fantasmagórico, empecinado en seguir dando a su vida el sentido guardado en la prosa. Prosa sencillamente adornada; sencilla como las cosas a las que alguien como él colma de importancia y de las que exprime su sentido moral y filosófico; o, también, el sentido íntimo.

Hoy como ayer, esas leyendas oscuras de amor o esas desdichadas y quejumbrosas rimas, o esas expresivas cartas desde una celda monástica; en fin, toda la obra de Bécquer, hoy como ayer quedan vivos sus escritos clavados en ceniciento papel para que encuentre el lector delirios de los sueños de aquel sevillano muchacho de ojos desafiantes a la realidad, escondidos y vagabundos y aletargados; delirios bellos como lo que él calificaría de digno de ser contado.

Bibliografía

Alberti, Poesía 1920-38. Editorial Águila, 1988. Luis García Montero.

Rimas y Leyendas, Bécquer. Rueda, J. M. de Ediciones. 1996. Arturo Ramoneda.

Leyendas. Bécquer. Alianza Editorial, libro de bolsillo 745. 1990. Jorge Juan Campos.

Rimas y declaraciones poéticas, Bécquer. Espasa Calpe, Austral, 1995. Francisco López Estrada y María Teresa L. García-Berdey.

Cartas desde mi celda. Bécquer. Espasa Calpe, Austral, 1985, 788.

La ilustración de Madrid, Hnos. Bécquer. Ediciones El museo Universal, 1983. María Dolores Cabra Loredo.

Historia de la lengua y literatura castellana. Editorial Gredos, 1972. Julio Cegador y Frauca.

Diccionario Enciclopédico Carroggio. Carroggio S.A., 1987

Consultor didáctico Atlas. Editorial Nauta, S. A., 1990.

Valoración de la profesora

M. B. Has realizado un trabajo muy bueno, muy completo y gratamente personal. Enhorabuena.

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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