‘El fin del mundo’, por Camille Flammarion (1894). Ed. Gaspar&Rimbau (2019)

Estrenamos lecturas en 2020 con Camille Flammarion. El fin del mundo (1894) es otro de los trabajos del célebre divulgador científico —de su época— que nos lleva a un futuro hipotético en el siglo XXV donde la humanidad se enfrenta a la amenaza de un cometa.

El fin del mundo se aproxima

En la primera parte del libro asistimos a disertaciones científicas sobre las posibilidades del choque de un cometa que se aproxima irremediablemente a la Tierra y las teorías de extinción de la humanidad, con la destrucción del planeta. Igualmente, se enumeran hipótesis de en qué modo ocurrirá el desastre: se barajan la asfixia por los gases, la toxicidad del aire, etc…

A continuación, varios expertos, entre los cuales también se encuentra una mujer científica, ponen en conocimiento del público algunas explicaciones de cómo llegaría el fin del mundo de no existir cometa o fuerza exterior alguna que pudieran destruir la Tierra: glaciaciones, subida del nivel del mar, entre otras…

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Edición leída de ‘El fin del mundo’

El siglo XXV

El siglo XXV no es muy diferente del XIX, ese único mundo y sociedad que conoce el autor. Con la diferencia del reconocimiento de la mujer en tareas de investigación científica, tal como he nombrado anteriormente —en la década en que fue escrito el libro, la lucha de la mujer ya llevaba un buen camino ganado a los prejuicios, y en muchos países existían mujeres universitarias e investigadoras— o la existencia de monos amaestrados para labores domésticas y otros cambios que debéis descubrir a través de vuestra propia lectura.


La primera noticia dada por la prensa, de que un comenta llegaba a gran velocidad e iba a encontrarse con la Tierra en una fecha de antemano; y la segunda, de que el astro vagabundo podría causar una catástrofe universal, emponzoñando la atmósfera respirable, fueron leídas por la gente con la misma completa incredulidad y sin darles importancia alguna.


Curiosamente, uno de los fuertes misterios de El fin del mundo es la descripción de vida en otros planetas. No obstante, no llegamos a conocer realmente la naturaleza de la misma, pero podríamos imaginar que es humanoide, dado que estos alienígenas se ponen en contacto con los seres humanos para avisar de los peligros del cometa.

En resumen, la vida y sociedad del siglo XXV no ha cambiado mucho desde el siglo del autor.


El cometa

El cuerpo causante de tantas desgracias no tiene nombre, no ha sido bautizado en el libro. Finalmente, seremos testigos de su llegada a la Tierra y de los desastres que acarrea. Pero… el fin del mundo no llega a completarse. Lo que sí llega a su final es la sociedad tal como la conocemos. Y entonces, amigos, llega la segunda parte del libro.


Todos estamos seguros de morir algún día, y esta certeza no nos impide vivir tranquilamente. ¿Cómo es que un amenaza de muerte algo más rápida perturba los sentidos? ¿Es el disgusto de perecer todos a un mismo tiempo?


Reconozco que al principio de este bloque la lectura pudiera resultar bastante espesa, y mi ánimo y ganas de leer decayó al concentrarse básicamente en datos científicos, cálculos matemáticos interminables, con apenas interacción de los personajes o avance alguno en la trama, la cual carece de protagonistas o nombres propios. Pero ello no es motivo para desmerecer la novela, que mejora exponencialmente al paso de las páginas.


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Adelantos tecnológicos en el siglo XXV

La religión

Se entiende que la presencia de la religión, concretamente católica, en la época de Flammarion es intocable, por ello hay un fuerte contenido religioso en El fin del mundo. Uno de ellos se trata de un breve compendio sobre las profecías del fin del mundo a lo largo de la historia del hombre y un concilio en el Vaticano, que todavía pervive en el siglo XXV.


Dentro de diez millones de años

Nos puede sonar imposible que en diez millones de años podamos existir como raza, aun con cambios, y mucho menos que la Tierra se mantenga en pie. Pero Flammarion lo propone, y así comienza la visión del futuro del autor. A pesar de esta exageración para introducirnos en el porvenir de la humanidad, pasemos por alto este gesto y adentrémonos en los cambios que el ser humano sufrirá en el paso de los milenios y los eones que le quedan por delante.


(…) Pues hoy sabemos que nuestro humilde planeta no es sino una isla en lo infinito.


Se produce un cambio de conciencia global en torno a la guerra, que será borrada de la conciencia y el corazón de las personas gracias a la fuerza e intervención de las mujeres, las cuales inician, desde la educación infantil, la erradicación de esta idea en los niños.

El ser humano fortalece sus sentidos, desarrollando el psíquico, incluso crea una nueva raza al hibridarse con otras especies alienígenas del Sistema Solar. Esto enlaza finalmente con esos marcianos que en el siglo XXV estaban al tanto de las cosas y nos mandaban mensajes. He aquí un espectáculo de ciencia ficción propio de ser un mito: justo años antes de empezar el siglo XX ya alguien —posiblemente no sea el primero, debo indagar más en este sentido—, un autor como Flammarion, ya está proponiendo el cruce de especies extraterrestres, en un momento en el que no existían naves espaciales en la literatura ni el imaginario. Anticipación científica, sí, de la buena. Sin embargo, no explica nada más. No olvidemos que La Guerra de los Mundos de H. G. Wells se publicó años después.


El ciclo de la vida

El ciclo de la vida no perdona: lo que una vez surge y evoluciona, también llega a su fin, sin remedio, para renovarse. La vida en el planeta se va consumiento, envejece, como si de un ser vivo se tratara. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es un planeta?


Todos los negocios de la vida normal fueron abandonados, descuidados, olvidados, y no se pensó más en los proyectos. Ya no se sentía apego por nada, ni por su casa, ni por sus deudos, ni por la propia vida. Era aquella una depresión moral absoluta (…). Únicamente algunos enamorados parecían insensibles al terror universal y vivían ensimismados en la exaltación de su afecto.


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Artefactos del siglo XXV

Omegar y Eva

Dentro de la estructura del libro, los últimos capítulos son una excepción. Recordad que hablábamos de que no existen personajes que lleven un argumento. En este caso, Flammarion nos presenta al último hombre y la última mujer de la Tierra, justo antes de que la vida desaparezca completamente. Así, finaliza la extinición del ser humano, pero dejando la puerta abierta y una pregunta flotando en el aire acerca de su destino real. Una visión poética y científica, un relato melancólico lleno de teorías, ya que Flammarion era espiritista y creía en la existencia del alma en otra dimensión, atribuyendo siempre un carácter científico a este hecho; principios científicos que todavía, en su época, aún desconocían.


¡La Tierra arde! ¡La Tierra se quema! Exclamó por todas partes un rumor formidable.


Disertación filosófica

En el último día, Flammarion habla por él mismo, pero como si fuera el narrador omnisciente, presentando divagaciones a través del ciclo de renovación del universo —lo que nos acerca a la teoría del Ouróboros— y el destino del Sistema Solar.

Con una profusión tan poética como hipotética, veremos, a modo de profecía, que esa misma lógica cíclica se le atribuye al principio de los tiempos, a la vida y al ser humano por igual.

En este epílogo se incluye también un espacio dedicado al tiempo, mostrando la idea y base del autor en cuanto a la naturaleza de este. Y precisamente este es un punto importante, puesto que las ideas sobre el tiempo —también desarrolladas en Lumen, de la que hablaré en el siguiente artículo del autor— pudieron ser la inspiración para la Teoría de la Relatividad de Einstein.


Antes de la existencia de la Tierra, durante una eternidad entera, hubo soles y mundos, humanidades que vivían y se movían como actualmente la nuestra. Habitaban, pues, el cielo hace millones y millones de años y entonces nuestra tierra no existía. El universo anterior era tan brillante como el nuestro. Después de nosotros, será como antes, nuestra época no tiene ninguna importancia.

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El Apocalipsis

Conclusiones

El fin del mundo no debe leerse como una novela en sí misma, sino como una crónica de hechos futuros y posibles. Y por supuesto, desde una mente abierta a la época en que fue escrita. Los límites de Flammarion son los límites de la ciencia de finales del siglo XIX. No obstante, resulta de las más imaginativas y apasionadas que haya podido leer, pues contiene varios frentes condensados en uno: ciencia (progreso), sociedad (especulación), religión… en este último caso, llama la atención el poco peso que aporta al futuro y se atreve incluso a hacer evolucionar a la Iglesia y, por extensión, a crear una nueva rama. ¡Todo un escándalo para 1894!

Además, la edición presentada por Gaspar&Rimbau Editorial incluye muchas ilustraciones del original francés que nunca fueron publicadas en la edición española, como por ejemplo las realizadas por Albert Robida, autor de La guerra en el siglo XX, también disponible en la colección Recuerdos del Futuro.

Han pasado 126 años desde entonces, y vosotros, lectores de 2020, tenéis la oportunidad de asistir al comienzo, a los breves y tímidos pasos de la ciencia ficción que hoy conocéis y que apenas se parece a lo que fue. Mirar hacia atrás sin desdeñar lo que fue es hacer un ejercicio de sano juicio y comprensión.


el fin del mundo flammarionBibliografía

El fin del mundo, por Camille Flammarion (1894)

-Gaspar&Rimbau Editorial, 2019. Tapa blanda, 364 páginas. Ilustraciones y notas a pie de página.

-ISBN: 9788412119329

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Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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