‘El Lagarto Negro’, de Edogawa Rampo (1934) [Reseña]

El Lagarto Negro es la nueva novela de Edogawa Rampo que me echo al bolsillo, y que forma parte del ciclo de los casos del detective Kogoro Akechi.

El Lagarto Negro

¿Qué tiene que ver un lagarto en esta historia? ¿Es acaso un tesoro nacional? ¿El título de una obra maestra? ¡No! Es la mente criminal más temible a la que se ha enfrentado el detective Akechi. El Lagarto Negro es una mujer de mundo, de los bajos fondos, con un poder de embaucamiento arrollador, que consigue manipular a cuantos caen en sus manos. Alguien así merece una historia repleta de acción, aventura, peligros y humor.

Pero empecemos por el principio. Ya conocéis mi aprecio a la obra de Edogawa Rampo y la literatura japonesa en general. Dentro del abanico de géneros cultivados por el escritor, en esta ocasión El Lagarto Negro se centra en el policiaco. Acostumbrado como estoy al ero-guro (del que este libro contiene algún eco), podría parecerme extraño el tono de esta novela. Pero no, no es la primera vez que leo a Rampo en negro.

Traducción

Lo que sí me ha llamado la atención es que la narrativa de esta novela está desprovista de adornos, con personajes muy, muy planos, de lectura ágil. Esto tiene sus pros y contras, claro, y depende de los gustos de los lectores que se disfrute más o menos. A mí me ha dado igual, porque La isla Panorama va también en ese estilo similar. No así, por ejemplo, los relatos de La mirada perversa, de los cuales se extrae un lenguaje y estilo más profundos.

No sé si es por la traducción o, sencillamente, que el autor lo quiso así. Debo decir que para este tipo de historia le viene muy bien. Ha realizado su cometido en toda regla.

Argumento

El Lagarto Negro recluta a un amigo delincuente que le pide ayuda por un asesinato que ha cometido. De esta forma, la presentación de la infame ladrona es evidente: mostrar el grado de inteligencia y astucia con que lleva a cabo sus planes es primordial para saber, después, a qué nos enfrentamos.

Después de esta introducción, comienza la acción: Akechi debe proteger a la hija de un afamado joyero tras haber recibido anónimos de amenaza de secuestro. Y aquí comienza el cachondeo, porque la novela estriba en un “toma y daca” constante entre el detective y la ladrona, en una lucha cruel por superar al otro y adelantarse a sus acciones. ¿Quién saldrá victorioso en cada asalto?

Ritmo cinematográfico

La novela de El Lagarto Negro es sencilla y brillante. Como he dicho antes, liberada de adornos, la lectura puede centrarse absolutamente en el caso, donde los lectores podrán preguntarse de continuo cómo se las arreglará este u otro personaje para salir del atolladero donde se ha metido. Y como buena literatura “clásica” publicada en 1934 (por entregas), hace alarde de su época: sin tecnologías aburridas, solo con el potencial del ingenio de una mente brillante y retorcida.

El ritmo constante de tensión es lo mejor de la novela. Sin opción a respirar, y dividido en capítulos cortos, El Lagarto Negro invita a la imaginación y te obliga a visualizarla como una película. Para mí, está a la altura de obras de misterio e intriga de la talla de Arthur Conan Doyle y Gastón Leroux.

Metaficción

Sumado a lo que llevo de reseña hay un elemento que eleva el interés y el valor de la obra: la metaficción. O debería decir auto-metaficción. El autor introduce en el desarrollo un concepto que, a pesar de sonarnos muy moderno y actual, no lo es en absoluto (¡basta con que leáis clásicos anteriores a vuestra existencia, miserables!). Y en el caso que nos ocupa, es una referencia a otra obra del propio Rampo: El sillón humano. Precisamente, los protagonistas aluden a este título como uno de los hechos que ocurren en El Lagarto Negro, como si existiera también en el universo de la novela.

Valoración final

No hace falta ser un entendido en novela negra, sea de la época que sea, solo disfrutar del ingenio y astucia de un escritor que da vida a unos personajes bien montados (aunque sin muchos matices). Leer El Lagarto Negro es una experiencia sorprendente para quienes, como yo, son asiduos al anime y al manga, principalmente porque, como he indicado, la historia invita a visualizarla como una película. Pero más bien como una película de animación japonesa.

Veo la impronta nipona en El Lagarto Negro tan clara como los capítulos de Lupin III cuando era pequeño. Porque humor, peligro y acción, tiene más que suficiente. Si os gusta Edogawa Rampo, aquí tenéis un ejemplo más de sus virtudes.

El Lagarto Negro, de Edogawa Rampo (1934)

Ediciones Salamandra, 2017.

Colección Black Salamandra. Rústica con solapas. 192 páginas.

Traducción: Lourdes Porta.

ISBN: 9788416237159

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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