‘El Señor de la rueda’, de Gabriel Bermúdez Castillo (1978) [Reseña]

El Señor de la Rueda (1978) es un referente en la literatura de Gabriel Bermúdez y en la narrativa española en general por su frescura y descaro. Regreso de nuevo a esta obra con reseña exclusiva para CosmoVersus. El libro de aventuras en un contexto de ciencia ficción y medioevo que te hará reír, emocionarte y sorprenderte con su contundente final.

El Señor de la Rueda

Una segunda lectura alerta siempre acerca de un buen libro. Ya no solo por las ganas de leerlo de nuevo, sino porque, al tiempo, descubres un fondo más intenso en la narrativa que contiene. Por eso, y por más razones, me he aventurado otra vez a las avenidas de El Señor de la Rueda, de Gabriel Bermúdez Castillo, y en consecuencia, nace esta segunda reseña, más madura y meditada1.

Como necesidad, la relectura de un libro es bien extraña, que no inusual. Pero no es lo mismo que ver una película una y otra vez y, mucho menos, escuchar una canción en bucle. Sin embargo, en mi caso se trata de una búsqueda y una conexión especial entre lector y escritor. Pero si queréis que me ponga menos filósofo, entre lector e historia.

La historia de Sir Pertinax

Sir Pertinax le Percutens es armado caballero. Es un joven de 19 años, valiente, que se enfrenta a su madurez como manda su estamento social: abandonando el núcleo familiar con un “patito” (vehículo-vivienda básico) y un mecanoservus. Al mando de su patito, tendrá que enfrentarse a justas para ganar puntos otorgados por el bien amado rey Arturo Pendragón, cuya presencia es solo auditiva. De esta forma, Sir Pertinax podrá ampliar su patito para convertirlo en un castillocar. En las autovías del planeta, siempre en marcha, al ralentí o a gran velocidad (nunca detenidos, pues es tabú y motivo de deshonra), un día encuentra a una mujer de pie, en la cuneta, “obscenamente parada”.

La magnífica ilustración para la portada de El Señor de la Rueda de Ediciones Epicismo (2013)

Historia “soñada”

Este es, sin duda, el argumento más increíble que podamos encontrar en la obra de Gabriel. De El Señor de la Rueda comentó que la soñó completamente. Y, puestos a soñar, eso es precisamente lo que nosotros hacemos durante la lectura de esta obra. Soñar y estrujarnos el seso para imaginar cada uno de los elementos que nos presenta, no falto de originalidad y que, en conjunto, ganan todavía más en calidad de esfuerzo creativo.

Ediciones

El Señor de la Rueda ha tenido cuatro ediciones a lo largo de sus 43 años de vida (los mismos que un servidor), una de ellas no autorizada2, según tengo entendido. Es todo un hito, verdaderamente. Y no es la única más publicada: El mundo Hókun, de reciente reseña en esta misma revista, ha llegado a tener tres ediciones. Es por esta razón que se le menciona como una novela de culto. No es para menos. Puedo añadir que, en conjunto, Gabriel es un autor de culto.

El juego de rol que ha propiciado durante su última edición en 2013, con Ediciones Epicismo, es una muestra del potente juego (nunca mejor dicho) que la historia ofrece, y porque se da a ello fácilmente. El mundo descrito, obviamente de cultura medieval y de oportuno añadido tecnológico, con sus normas sociales tan estrictas, su cultura altamente compartimentada de descripción clara y amena, se ofrece a recrear personajes, títulos, elementos, situaciones y contextos.

Como extra, añadir que las portadas de las ediciones de Epicismo son verdaderamente maravillosas, y las únicas que han hecho honor a una novela de Gabriel.

Dentro de El Señor de la Rueda

El homenaje a los libros de caballería está, por descontado, presente en el motivo de la propia obra, como parte del cuerpo narrativo. Si no, veamos esta alusión al Quijote cervantino que, de seguro, Sir Pertinax ha podido leer en algún momento de su corta vida: “Mágico calló. Sabía perfectamente que Entenza la Cordiale no existía. Como de costumbre, y tal y como la inmensa mayoría de los caballeros jóvenes hacían, Sir Pertinax se había inventado una dama de sus pensamientos mientras no tuviera una real. Si no, caso de tener que forzar a otro caballero a rendir pleitesía, no hubiera tenido dónde enviarlo”.

Una vez más, Sir Pertinax emula a los libros de caballerías con disertaciones plagadas de sabiduría y reflexión. ¿He dicho ya que no me canso de leer y loar a este libro?: “Cierto es que todos hemos de morir, y todos hemos de acabar en un asteroide tumuli… pero no es menos cierto que la vida nos ofrece todo lo deseable. Sea para otros el actuar de físico, de eclesiástico o de filósofo. Yo no veo en mi futuro algo distinto que el camino y las justas, así como una dama que merezca mis pensamientos, y cuyo óvalo pueda colgar a mi arzón… ¡Plegue al cielo que la encuentre cuando posea un castillocar digno de ella!” Las intenciones del protagonista son claras y fruto de la ambición de la juventud, que le otorga fuerza y perseverancia.

No es el único momento en que Gabriel deja presente la influencia de los libros de caballerías: de hecho, son mencionados Amadís de Gaula, Orlando o Tirante el Blanco

Antes de la partida

El cúmulo de elementos a desarrollar es enorme, pero apenas la historia va al grano de lo que desea contar, quedando ganas de más. De ahí que las posibilidades del mundo de El Señor de la Rueda se presenten casi infinitas. Y por esa razón, tres décadas después, Gabriel escribió Antes de la partida, un capítulo que cierra algunos interrogantes y desarrolla la historia social de los personajes y sus allegados, llenando por completo el vacío que queda al final de su antecesora. Por cierto, que este “capítulo” fue colgado en internet para su libre lectura3, y anda por ahí huérfano con ganas de ser reeditado todo en un solo tomo.

Y es que, como he comentado en esta entrada, en Antes de la partida Gabriel nos ofrece toda una guía de conocimientos del mundo de El Señor de la Rueda, extendiéndose en sus páginas en los saraos y celebraciones que tanto están presentes, de forma breve, en la novela, y poniendo más énfasis en el lenguaje refinado, aristocrático y elegante propio de esta sociedad “mecano-medieval”. Es por eso que Lady Jane se extraña de tan particular forma de expresarse “―Pareces un libro hablando ―dijo ella, poniendo una cara muy rara, como si estuviera conteniendo la risa― ¿Todos habláis así? (…)”

No solo se entretiene en estos menesteres, sino que nos contará innumerables anécdotas y gestas de antepasados, de caballeros y damas, así como nos hará un croquis más extenso de los diferentes gremios que pueblan la novela y en los que apenas se detiene: los físicos (médicos), los eclesiásticos, los filósofos…

Idealización de un castillocar para el juego de rol. Fuente: Ediciones Epicismo/Verkami.

Gabriel y su huella documental

Otro de los extras que componen El Señor de la Rueda, es la increíble documentación de Gabriel para poder hablar de algunos temas. Por ejemplo, la heráldica. La heráldica, presente en toda la obra, es muy importante. ¡Por supuesto! Con ella se muestran los escudos de las casas nobiliarias, las familias… y claro, las damas que eligen a sus compañeros, y que llevan la voz cantante a la hora del sí o el no, usan sus escudos para publicitar su disponibilidad.  

Las mujeres de la obra

Este feminismo delicado, como podríamos llamarle, está presente en todo el relato. Esto no deja que Gabriel, con su humor y picardía socarrones, describa ardientemente a las damas que, en su papel social de coquetas y dominadoras, emprenderán una ligera cruzada para estar más presentes en la vida de los castillocar, en los que, por lo general, no suele estar bien visto que conduzcan, hasta que eso comienza a cambiar: “―¿No me conoces? Soy yo, Lady Girolaine…. Y ésta es la sorpresa que te reservaba. Si las damas pueden conducir, ¿por qué no han de combatir también?”

Lady Jane

Precisamente el motivo de toda esta revolución cordial viene por la presencia de aquella mujer que Sir Pertinax se encuentra groseramente quieta en medio de la carretera. Es curioso, porque, siendo de otra cultura, Lady Jane (como él comienza a llamarla), es todo lo contrario a las mujeres que él conoce: “Mira (…), yo no tengo esas ínfulas de vivir por mí sola y no depender de un hombre, y demás. Ya sé que en todas partes son así, y que yo soy una atontada. A mí lo que me hubiera gustado de verdad es tener una casa y cuidar niños. Con un marido, ¿eh? No confundamos. El andar de piloto por ahí, carga aquí, déjalo allá, vámonos todas al bar, le damos una paliza a ese tío que nos está mirando y que se cree que es muy macho… Lo hago, ¡qué remedio! Pero no me va, no.”

Con esto nos planta el autor una buena retahíla de derechos a voces para que cada una busque la vida que más le apetezca y decida por sí misma. Y por ello resulta tanto contraste entre Lady Jane, que tiene todos los privilegios de una persona cualquiera, con los de las mujeres de los castillocar, que buscan esos privilegios y los toman sin que haya problema alguno, ni ruido, ni peleas. Y esto está escrito en 19784.

Hildegarda von Bingen

Pero sigamos con la documentación. Porque, no sé si aposta o por casualidad, lady Girolaine menciona a la monja Hildegarda, con la que aprendió lectura y entonación. Pues yo veo un guiño a Hildegarda von Bingen, monja del siglo XII que era toda una erudita en múltiples disciplinas y en llevar a cabo acciones de varón sin problemas, como por ejemplo, salir a predicar o elaborar cerveza, bebida de constante consumo en El Señor de la Rueda; pero el cúlmen de sus actos sobrevino con las afirmaciones sobre la naturalidad del sexo y el placer en la mujer, y que precisamente, el sexo es cosa de dos, por igual. Quizá por eso, la sociedad del planeta donde se desarrolla este libro es tan desinhibida, y sus mujeres tan ardientes y seguras de sí mismas en cuestiones amatorias.

No solo en la alcoba, sino en público, pues es de cartilla que algunos saraos y celebraciones acaben con un ritual donde todos retozan con todos tras largas charlas y bebidas alcohólicas, las ropas vuelen por los aires y las carnes se confundan en el ardor de la cerveza.

Idealización de un mecanoservus para el juego de rol. Fuente: Ediciones Eicismo/Verkami.

Los mecanoservus

Voy a centrarme ahora en los puntos finales, comenzando por los mecanoservus, uno de los ingredientes más brillantes de la obra. Los mecanoservus son robots sirvientes en los castillocar. Pasan décadas en la misma familia hasta que, tanto si son viejos como si son “vírgenes” (entendemos que son nuevos, aunque Gabriel no lo explica) como si son viejos, entran al servicio de los nuevos caballeros en sus patitos. También pueden ser intercambiados en una justa o ser acogidos como recompensa.

Las descripciones de los mecanoservus son, sencillamente, brillantes, y obedecen ligeramente a los típicos robots de Isaac Asimov5. Piensan, debaten, reflexionan, pero deben acatar las órdenes sin más. Ellos también conducen los castillocar. Poseen transmisores con los que comunicarse con otros mecanoservus. No he podido evitar pensar en C3-PO interpretando al gracioso Mágico, el mecanoservus de Sir Pertinax, al que él llama “viejo” cariñosamente. ¿Vosotros también? El humor y simpatía con los que Gabriel trata a los mecanoservus los hacen tan buenos personajes como el resto. No los perdáis de vista y recordad: los mecanoservus pueden aprender y reflexionar…

¿Qué secreto guardas?

La inclusión de robots (aunque son un poco trastos, todo hay que decirlo; es decir, muy mecánicos) obedece al tinte de ciencia ficción que colorea todo el relato continuamente, y que enlaza con otros motivos dignos de mencionar, pero que no haré aquí, porque si no me cargo todo el libro y os podéis enfadar. No seré yo quien destripe todos los secretos del planeta Lal 83125.

En efecto, el planeta guarda un secreto. Desde que empezamos a leer vemos que algo patina. Cierta falta de información y, después, algunas pistas, nos llevan a pensar en que hay algo más que se escapa a nuestro entendimiento. Sí, porque Gabriel, cual omnipresente rey Arturo, así lo ha querido. ¿La razón? La de siempre: en todas sus novelas hay un misterio, una vuelta de tuerca… Eso, precisamente, es lo que nos mantiene en vilo. Es un recurso que el autor emplea a menudo: el statu quo de los personajes, el contexto social y cultural, pueden derivar en algo más. “Y… hasta aquí, puedo leer”.

Universo de obras conectadas

Ya habíamos hablado en otras reseñas de obras de Gabriel que, a menudo, realiza conexiones entre algunos títulos, aunque sean minúsculos. No me extrañaría que hiciera guiños más contundentes y que se pasen de largo. A veces uno lee y se mete tanto en la historia que se despista. Pues bien, aquí he encontrado, y no cuesta mucho, algo interesante.

Golconda

Mencionan el planeta Golconda. Para los que no conozcáis mucho la obra de Gabriel, os explico que Golconda es el título de la primera parte de la novela Mano de Galaxia (la única novela que me queda por leer de Gabriel, y que es inmensa, llegando a las 1500 páginas), publicada en 1987 por primera vez. Sí, son 9 años de diferencia. ¿Retumbaría ese nombre en la mente del autor y decidió reutilizarlo para esta obra? ¿Qué planes tendría?

En 2001 Demonios en el cielo salió a la venta y mereció el premio Ignotus 2002 a mejor novela española de ciencia ficción. Bien, ahí hay otro ejemplo, porque también mencionan al planeta Golconda6.

Caracterización de Gabriel Bermúdez como el rey Arturo para la novela. Fuente: www.albinusrol.com

El Señor de la rueda en otras obras

El Señor de la Rueda también es mencionado en Viaje a un planeta Wu-Wei, como uno de los múltiples títulos nobiliarios de uno de los personajes7. Ahora bien, existen otras tantas conexiones entre sus obras, que no mencionaré aquí para no extenderme y porque no viene al caso.

Nada más que añadir a esta novela que, como repito, considero de culto, que ha tenido cuatro ediciones, que ha sido adaptada a juego de rol, que ya me he leído dos veces (y las que hagan falta). La frescura de El Señor de la Rueda se mantiene pase el tiempo que pase, y porque es adelantada a su tiempo, tanto en su estilo como en su contenido.

Valoración final

Pocas veces nos encontramos con libros amenos, intensos y sólidos en estructura y estilo. A pesar de no pertenecer a la madurez literaria de su autor, y me refiero al aspecto cuantitativo, esta obra representa un ejemplo de lo inclasificable que puede llegar a ser la narrativa de Gabriel Bermúdez Castillo. Inclasificable porque en ningún momento, hablando siempre desde mi punto de vista personal, el autor ha tenido un tropiezo o equivocación en alguno de sus títulos; es decir, que ninguno me parece falto de valor propio respecto de los demás. Todos, absolutamente todos, me gusten más o me gusten menos, son imprescindibles.

Eso sí: las dos primeras décadas contienen la gran diversidad de estilos narrativos con los que juega Gabriel, al margen del tono propio de la historia. Porque si La piel del infinito fue tosca, perversa y enigmática, El Señor de la Rueda es irónica, picante, atemporal pero gratamente glamurosa8. Aquí, en estos dos títulos, es donde, creo, que Gabriel demostró su gran talento y facilidad de registros.


1 La primera la redacté allá por el 2014 en La Casa de El.

2 En Pulp Ediciones, 2003.

3 Si le dais al buscador, la encontraréis fácilmente.

4 Aunque 1978 fue el año de la Constitución Española en plena Transición, y el «Destape» había hecho ya progresos en el cine, la mentalidad española aún distaba mucho acerca de la liberación de la figura canónica de la mujer del franquismo.

5 Están debidamente programados para servir, proteger y amar a sus amos.

6 Esta vez, como veis, ya había sido desarrollada la historia de Golconda, aunque no sería hasta 2007 que vería la luz Mano de Galaxia, reeditado y completo, sin la repugnante censura de Acervo, con su segundo volumen, Haladriel.

7 Recordemos que Señor de la Rueda es el título máximo honorífico en el planeta Lal 83125, otorgado por el rey Arturo Pendragón.

8 No obstante, en El mundo Hókun (1971) presenta ya matices desarrollados en futuros relatos y novelas que adelantan esa característica versatilidad en sus obras.

El Señor de la Rueda. Novela. Gabriel Bermúdez Castillo. 1978

Editorial Epicismo, 2013.

Rústica con solapas. 234 páginas.

ISBN: 978-84-940180-6-0

El Señor de la Rueda. Juego de rol.

Editorial Epicismo, 2013.

Rústica con solapas. 304 páginas. Ilustraciones B/N.

ISBN: 978-84-940180-7-7

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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