El ser humano como depredador natural en la literatura de ficción

El ser humano como depredador natural nos fascina en todos los ámbitos del arte. ¿Existimos solo para destruir la naturaleza y a nosotros mismos? ¿Qué ejemplos podemos ver en la literatura?

El ser humano como depredador natural en la ficción

¿Quién le ha mandado al ser humano hacer tales destrozos? En la vida real se pasa de la raya, en la ficción… tanto y más. Pero es más fácil juzgarlo en un libro que en la realidad: en la narración, si existe un narrador omnipresente, puedes penetrar en sus ideas, planes y trampas. En la historia de la literatura el ser humano es uno de los mayores depredadores naturales del planeta. ¡Ah! A eso me refería. ¿A qué si no?

Tenemos muchísimos ejemplos, bien clásicos o más modernos. Aunque, a decir verdad, al ser humano también le pueden salir depredadores “naturales”. Por ejemplo, Jack London, en su cuento La peste roja, narra las consecuencias devastadoras para la humanidad a partir de una plaga desconocida que ha menguado la condición del ser humano a un estado casi salvaje. ¿Qué pasa cuando eso sucede al revés?

El hombre: presa y cazador

En el caso de Isaac Asimov, tenemos dos vertientes diferentes: la tecnología que arrasa un planeta convirtiéndolo en un “tecno-planeta”, digamos, para entendernos. Esto sucede en Trántor, la capital del Imperio galáctico, en sus novelas de Fundación. El ser humano ha hecho uso de sus habilidades para crear una sociedad que cumpla con sus necesidades. A decir verdad, mucho se habla de estas supuestas necesidades, si no son más bien un capricho que ensalza la extrema comodidad. Pues bien, Trántor es totalmente de metal, un planeta completo cubierto de cúpulas en cuyo interior el clima se maneja al antojo de la sociedad que la habita.

Al otro lado de esta cuestión Asimov plantea una curiosa historia narrada en Némesis, donde el hombre es nuevamente la presa, el objetivo de una amenaza al principio invisible pero que, poco a poco, se va perfilando como un ser casi microscópico cuya existencia estamos poniendo en peligro debido al deseo de habitar el planeta en cuestión.

¿Cuándo empezamos a devastar?

Podría poner muchísimos ejemplos literarios, los hay para aburrirse. Y si nos vamos al cine o la televisión, prepárate. A veces la cuestión no es tanto cómo el ser humano llega a estos extremos y de qué forma se pueden frenar. Extremos, para mí, injustificables, dado el alto grado de daño a la naturaleza que se está llevando a cabo desde, principalmente, la Revolución Industrial, con el comienzo de consumo de combustibles fósiles y, más actualmente, la generación de basuras y desperdicios, así como de químicos y metales.

La propia naturaleza humana

Mientras todo esto se debate y soluciona, no viene mal plantearse también si estas acciones vienen implícitas en nuestra naturaleza depredadora. Está en estudio que desde hace cien mil a cuarenta mil años, cuando el homo sapiens era nómada y se extendió por Asia y Europa, ya “deforestaba” zonas boscosas, también puso en peligro al mamut por su excesiva caza, y al oso cavernario. ¿Qué no habremos hecho desde entonces hasta ahora?

Nace entonces la pregunta de si, en realidad, nuestra capacidad de adaptación y la propia naturaleza humana han desencadenado todos estos desastres, y no podía ser de otra forma. Es decir, ¿está implícito en nosotros destruir lo que nos rodea? ¿Es la única forma de adaptarnos al medio? Pero, ¿y si esa capacidad para sobrevivir destruye nuestro único hogar planetario? ¿Estamos condenados a la extinción si continuamos? Y, ¿es realmente necesario todo el proceso que hemos vivido hasta ahora para darnos cuenta de que hay que detener la debacle medioambiental?

Ecologismo y ficción

Mientras todo esto sucede ―como suelen decir algunas viñetas en los cómics―, nos vemos inundados de una amplia bibliografía donde especular sobre lo que podría pasar en un futuro a corto o largo plazo, como los autores antes mencionados. A esta bibliografía podemos incorporar El nombre del mundo es bosque, de Ursula K. Le Guin, donde los humanos de la Tierra invaden un planeta con descendientes de nuestra misma raza para aprovechar sus recursos. El enfrentamiento está servido: por un lado, ya queda claro que en la Tierra los recursos se han terminado, y seguimos empeñados en saquear lo que podamos en otros lugares; y por último, el conflicto cultural-social entre los terrestres y los nativos del planeta invadido, víctimas estos últimos de toda clase de tropelías.

¿Quién odia al ser humano?

Para acabar esta reflexión del ser humano como depredador natural, una anécdota, de esas que me encanta contar. Hace algunos años, cuando mis visitas y atención a Twitter eran más asiduas, encontré a una persona muy determinada en dejar claro su pensamiento sobre este tema, y que afirmaba más o menos que “detesto que en las películas la Humanidad se salve de un peligro”, y joyas parecidas, destilando muchísimo odio al ser humano. Me preguntaba a veces si esta persona tiene familia, dado su deseo de que todos desaparezcamos.

En el nombre del bien, hago el mal. Es lo único que se me ocurre aplicado tanto a las acciones que dañan a nuestro entorno, como al pensamiento de que extinguido el ser humano, todo irá mejor. ¿Qué pensáis, viajeros y exploradores del cosmoverso, del ser humano como depredador natural en su entorno y la literatura de ficción?

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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