‘Extraños en un tren’, de Patricia Highsmith (1950) [Reseña]

Extraños en un tren, de Patricia Highsmith, es la novela que la consagró gracias al cine de Alfred Hitchcock.

Extraños en un tren y el vicio de Highsmith

Leer una novela de Patricia Highsmith es más que leer una novela de suspense, de crímenes pasionales o psicopáticos. No es solo un montón de maniáticos asesinos que encuentran en las lineas de la narración el escondite a sus fechorías. Ni siquiera, posiblemente, es la torpe y retorcida mente de la autora la que surge desatada en cada página. Se trata de la fascinación por la mente humana y su lado más diabólico y extremo: el psicópata.

Highsmith utiliza su facilidad para captar psicopatías y plasmarlas en los crímenes y tramas de sus novelas. Así nos deja un legado que impresionó al mismísimo Alfred Hitchkock y otros directores para pasar del papel al cine las más terribles pesadillas de una mente aparentemente sana.

«(…) una noche había abierto una lata de sardinas que devoró utilizando la hoja de un cuchillo. La noche resultaba idónea para sentir afinidad con las bestias, a ser más lo que uno era en realidad».

Excusas para matar

Por lo que atañe a Extraños en un tren, la primera novela de una jovencísima Patricia, el despliegue de situaciones que acontecen a los protagonistas resulta tan sutil y cotidiano que  bien podría suceder a cualquiera que en estos momentos lea este artículo. Cómo de un encuentro casual, fortuito, en su fondo inocente y sin importancia, conlleva la carga de terribles asesinatos. Algunos por obsesión; otros, quizá, por necesidad -¿tiene el crimen una excusa?-.

pa-highsmith

Sinopsis

Guy Haines viaja en tren para encontrarse con su esposa, de la que está en proceso de divorcio. Miriam, de momento, está embarazada de otro. Y es la excusa y momento perfectos para que Guy pueda divorciarse de ella sin problemas. Fortuitamente encuentra en el tren a Charles Bruno, con quien entabla rápidamente y casi por iniciativa de Bruno conversación, e intiman.

Lo que en principio es un intercambio de información entre dos extraños que entretienen las horas de viaje para no caer en el peor de los hastíos, se convierte en una semilla que germina diabólicamente en la mente de Guy: Bruno odia a su padre y pretende convencer a Guy de que Miriam es una mala persona, ideando el modo de que cada uno asesine a la persona que no le deja vivir. ¿Es posible que el correcto Guy pueda albergar la capacidad de asesinar?

Todos somos asesinos

En ocasiones muchos de nosotros hemos sentido la sensación de un odio profundo por alquien que nos ha hecho daño, o lo ha ocasionado a otra persona querida o cercana, inocente en todo caso. Pero somos políticamente correctos y sabemos lo que está bien y lo que está mal. Así es como podría manejarse a una persona buena, desde la raíz de sus problemas, para que crezca en su interior un inmenso deseo de destruir a quien le está haciendo la vida imposible. Pero el obstáculo más duro contra el que alguien malvado pueda chocar es la rectitud de una mente brillante, con un futuro sentimental y profesional que está por venir, que no pondría en peligro la seguridad de su felicidad bajo ningún concepto.

«De un salto salió de la cama, tambaleante. La figura se desvaneció. Por la ventana entraba la misma luz que recordaba haber visto aquel amanecer, la misma luz en la que se mezclaban la vida y la muerte. La misma luz que vería cada uno de los amaneceres de su vida, que siempre le revelaría aquella habitación; y la habitación se haría más definida a fuerza de repeticiones, y su horror, más cortante».

Caracteres

Por otro lado, hay quien camina por la vida siendo el modelo perfecto de niño bien, mimado y acomplejado, atacado por manías, desconfiado por naturaleza, irritable e inmaduro, buscando el calor maternal en su etapa adulta. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? ¿Y qué ocurre cuando dos personas tan aparentemente distintas se topan en un callejón sin salida?

Extraños en un tren forma parte de ese tipo de historias que envuelven el bien y el mal en la misma bolsa y son colgadas por la misma percha en el oscuro armario de lo ambiguo. Y Patricia Highsmith sabe muy bien cómo desmenuzar los detalles que pueden conducir a dos individuos tan diferentes a cometer un asesinato a sangre fría.

Crimen perfecto

Luego está esa obsesión megalomaníaca del crimen perfecto, del que, por cierto, Hitchcock tenía fijación. Ahí se encuentra el caldo de cultivo para cualquier individuo que roza la emoción de lo desconocido y lo prohibido, la perversidad. En Extraños en un tren todo comienza con ese subidón de adrenalina que es cometer crímenes sin motivos, de modo que no existan sospechosos. Pero ¿quién sabe? Siempre hay  un motivo. Siempre hay alguien con una mente imaginativa delante  del telón que pretenda tirarlo abajo para descubrir la verdadera personalidad de los actores de la terrible función.

«¿Cuál debe ser mi estado de ánimo cuando ni yo mismo soy capaz de decirlo con certeza? ¿Abandono? ¿Suicidio? ¿O, simplemente, la apatía propia de la estupidez?».

Esta no es la primera obra que leo de Highsmith. A finales de la década de los 90 tomé de las estanterías de casa, que nunca les hacía caso, El grito de la lechuza, donde un triángulo amoroso, creo recordar, sumía a los protagonistas principales en un caos psicótico digno de asombro y de terrible final. Claro que en esa época de postniñez era fácil magnificar cada cosa que descubría. Igualmente ocurrió, pocos años después, con una corta recopilación de los ‘Cuentos misóginos’ de la autora, en los que retrataba a un perfil de mujer diferente en cada historia, siendo mujeres de carácter odioso, mezquino, pasivo, vulgar, arrogante… la idea era decidir que al final se llevaban su merecido.

¿Qué pensaba la autora?

En ocasiones pienso que esta costumbre de Highsmith podría interpretarse de forma equivocada. Ella era mujer, lesbiana, de fuerte carácter. Es impensable que pusiera en desventaja a la mujer en sus novelas. Quizá lo que deseaba era mostrar lo contrario, que puede haber tanto hombres como mujeres desquiciantes y necios. En Extraños en un tren esto se muestra en la aversión hacia Miriam por parte de Bruno y Guy, pero sobre todo de Bruno quien, en ocasiones, se reafirma en su desinterés por el género opuesto. Lo que trato de advertir es, por supuesto, que la autora muestra personas reales lejos de cualquier tópico de rol sexual y, además, en una época donde estos roles estaban muy arraigados socialmente.

Otro detalle del que se ha hablado muy a menudo es de las inclinaciones del personaje de Bruno hacia Guy, por el que siente devoción nada más conocerlo, lo acecha, lo acosa, y solo desea su amistad. En cierto momento desea «coger su mano, como un hermano lo haría». Lo que está claro es el complejo de inferioridad y baja autoestima que sufre le personaje lo que le lleva a idolatrar a Guy y cargar su furia contra el mundo y las mujeres.

«Eso es lo malo. Que nadie sabe qué aspecto tiene un asesino. ¡Un asesino no se diferencia en nada de los demás mortales!»

Valoración final

La narrativa de Patricia Highsmith resulta ágil y rápida en su lectura, algo que puede provocar, al principio, recelo en la calidad. Sin embargo pronto se ve su maestría en la profundidad de análisis de los sentimientos de sus personajes, que desgaja y perfila mostrando su evolución. Patricia Highsmith bien se merece el calificativo de «monstruo de lo perverso», lo genuinamente malo en el ser humano, la conciencia de los atormentados. Esto enlaza en armonía con personajes perfectamente extrapolables a nuestra época y sociedad actuales, nada encorsetados. Un aplauso para este primer peldaño en la carrera de una escritora que no lo tuvo fácil en sus inicios y a la que próximamente iré acercándome más hacia su vida y obra.

Extraños en un tren, de Patricia Highsmith.

Título original: Strangers on a train (1950).

Traducción: Jordi Beltrán.

Edición: Círculo de lectores, 1988.

Contiene fotogramas de la película de 1951 Extraños en un tren, dirigida por Alfred Hitchcock.

ISBN: 84-226-2453-2

Películas

Extraños en un tren, 1951. Dirigida por Alfred Hitchcock.

No beses a un extraño, 1969. Dirigida por Martha Hyer.

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *