‘La vida eterna’, de Alberte Momán Noval (2023) [Reseña]

La vida eterna es un reflejo del vampirismo social que subyace en el descontrolado sentimiento individualista y de abuso de autoridad contra todo ciudadano común. Un arrebatador relato donde el dolor y el placer se unen en una relación peculiar entre dos personas totalmente opuestas pero necesitadas de un estímulo diferente en sus vidas.

La vida eterna, de Alberte Momán Noval

Después de leer varias novelas de Alberte Momán Noval, te acostumbras a su estilo. Supongo que esto es algo tan obvio con casi todos los autores y/o artistas, que queda de más decirlo. Lo importante de hacerlo destacar es que un día, de pronto, te encuentras un título que se dispersa de su narrativa habitual. Uno puede pensar que es un experimento, pero sigue siendo tan identificable del autor, que sería absurdo etiquetarla como tal.

En La vida eterna encontramos a Ana, una trabajadora social que ayuda a gente sin recursos y otro tipo de problemas que, tras la desaparición de su hermano, endeudado con una entidad bancaria, decide buscar respuestas hasta que conoce a Valentine, un banquero sin escrúpulos que cambiará su vida y del que desconoce los terribles secretos que guarda.

En primer lugar, Alberte ha prescindido aquí de una de sus señas identitarias más comunes en sus novelas: la música. Ha desaparecido por completo y no nos acompañará, en esta ocasión, la particular banda sonora que, en otras ocasiones, sobresale como ambientación del escenario o como un personaje más, omnipresente, que define a los personajes. La vida eterna lanza silencio absoluto hacia el lector, que entrega toda su concentración a las motivaciones de los personajes, a menudo escondidas en la narración.

Aspecto a destacar, también llamativo, es el tipo de personajes que encontramos, muy similares, por lo general, a los que Alberte utiliza para sus historias: son personas normales, con vidas cotidianas, poco sobresalientes, tan comunes como cualquiera de nosotros, que pasaríamos desapercibidos entre una multitud. Esto es una ventaja en toda regla: construir personajes así y mantener el interés desde la primera línea es toda una proeza. En literatura se suele decir que los personajes no llamativos no interesan al público. En La vida eterna la propia historia no necesita de personalidades trabajadas, porque resultan tan reales —dentro y fuera de la carga de ficción construida— que sobresalen por sí mismos, como fichas de un destino caprichoso que pareciera tener más importancia que ellos. De igual manera los escenarios forman parte intrínseca de la historia, y se fusiona con la trama, dentro, siempre, de lugares aparentemente nada especiales, sino completamente cotidianos.

Siguiendo con las novedades del autor, por primera vez cruza el umbral de un mito del horror: el vampiro. Representado en el banquero, Valentine, asistimos a una doble vertiente vampírica. La de las corporaciones que viven del dolor y la miseria de la mayoría silente en la sociedad; gente que, al perder su poder adquisitivo, pierde también su dignidad y, con ella, sus posesiones, endeudándose cada vez más y entrando en una espiral peligrosa; y el vampiro chupasangre que a muchos nos encanta, el de los colmillos largos. Y en esta ocasión, potenciando el lado erótico-sexual, entendiendo el acto de alimento como una acción libidinosa, en la cual uno no se lleva a cabo sin el otro.

La crueldad visceral que empapa las páginas de la novela podría dejar en cueros cualquier otra novela anterior de Momán. Los personajes, enzarzados en una relación dependiente y autodestructiva, vivirán en sus carnes el deseo y desprecio mutuo, encarnados, también, por las motivaciones de cada uno, ideales tan dispares y opuestos como el bien y el mal, el dolor y el placer… Aunque, estos últimos, parece que vienen de la mano.

Valoración final

Al final, La vida eterna es una evolución dentro de la narrativa de Momán de la que, al menos yo, he leído hasta ahora. Dando por hecho el buen sabor de boca que me ha dejado su lectura —nunca mejor dicho—, la considero un paso más hacia el perfeccionamiento del autor. Más que nada porque es bueno —según mi idea— que un escritor posea vertientes de las que empujar en su carrera y vida literarias. Así como Alberte es poeta también, su narrativa puede, del mismo modo, acuñar aspectos y estilos más plurales. Y todo esto solo para decir que es una novela diferente a las anteriores.

Así, la novela atrapa y horroriza a partes iguales, porque es un reflejo no solo de nuestra realidad social, sino de esa parte de nosotros mismos que nos avergüenza reconocer que existe y que escondemos en lo más profundo de nuestra psique, porque no se corresponde con la idea de lo correcto o de ser buena persona. Ese análisis que no somos capaces de querer entender y que nos ayudaría tanto como lo hacen los breves pasajes de La vida eterna, donde Momán pincha en la llaga de conceptos tan comunes como rechazados y que ayudan inmensamente a comprender a los personajes.

No sabría cómo calificar una novela cuyo autor, siempre fuera de la norma, en esta ocasión va mucho más allá.

La vida eterna. Alberte Momán Noval. 2023

Autoeditado. Rústica, 165 páginas.

ISBN: 9781446797501

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Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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