‘Lo mejor de los Premios Nebula #2 (1965-1990)’, ed. Ben Bova. [1990]

Cae en tus manos esta recopilación de los mejores premios Nebula de los primeros veinticinco años de su historia. Y ahora que han llegado unos días frescos, al menos en el centro de España, y se acercan las vacaciones, ya puedes dedicarte a pequeñas lecturas que no agobien mucho con los días calurosos que caen de por medio -es agosto, calor tiene que hacer-. Pequeñas historias que hasta hoy, ya finalizado el verano, sirven para abrir boca a lo que está por llegar.

Las antologías siempre me han atraído, y cualquier razón es buena para editar una, sobre todo de ciencia ficción y con los premios Nebula, como este. Es el tomo 2, puesto que cayó en mis manos de forma casual, así que no me preocupa la continuidad, porque no la hay. Me he encontrado con nombres conocidos, otros no tanto. ¿Entramos en la órbita de los premios Nebula?


Amor es el plan, el plan es la muerte. James Tiptree, Jr. Pseudónimo de Alice B. Sheldon. Mejor relato corto, 1973.

¿Cómo empezar a hablar de este cuento? Terrorífico, tierno, abominable… un torrente de emociones confusas entre humanas y animales. Los pensamientos de un ser extraterrestre -o del futuro, o del pasado, ¿quién sabe?- acerca de su ciclo vital. Existe algo que lo domina, que es el Plan de la Naturaleza, algo más allá de su comprensión, pero que sabe que está ahí. Y no puede dar marcha atrás. El instinto, podría llamársele. Sentimos lo que él siente, lo que desea, lo que teme. Y al tiempo que ve la vida llena de amor, también hay temor y muerte.

Con un ritmo centrado en el ansia de los movimientos del protagonista y un humor oscuro y contradictorio, contemplamos el mundo que lo rodea, sus costumbres, su origen y su posible final. ¿Qué le deparará al ser que nos acompaña en ese bosque de fieras y víctimas?


El tiempo considerado como una hélice de piedras semipreciosas. Samuel R. Delany. Mejor relato, 1969.

Me ha costado seguir este relato, hasta el punto de hacerse eterna su lectura. Si bien se trata de un episodio de trazas de novela negra situada en un punto de un futuro no muy lejano (menos para nosotros, víctimas del 2019, que de su época, hace 50 años), no sé exactamente a quién culpar de que resulten confusos sus diálogos. Dos personajes que se llaman igual -solo diferenciados por el artículo el-, muchos nombres por aquí y allá, y nada claro el motivo de la historia, que va desvelándose poco a poco, sin llegar a ningún puerto.

Lo único notable sería, en mi opinión, el escenario futurista, poco impresionable para un lector de hoy en día, y no solo por eso, sino por haber leído mucho ya. Lo que tampoco quita mérito al relato. Para gustos colores. Mientras esté bien escrito, adelante.


El día anterior a la Revolución. Ursula K. Le Guin. Mejor relato corto, 1974.

Preciosa biografía de Laia, la mujer que llevó a una parte del mundo a la Revolución anarquista hace 50 años. Por medio de los pensamientos y recuerdos de Laia, ahora ya anciana, seremos testigos de los acontecimientos mundiales que propiciaron aquel levantamiento que cambió a la sociedad, y cómo la protagonista se sintió en aquel entonces y ahora.

Envejecen el cuerpo y las ideas. Perviven las revoluciones. Y un día antes de que caiga otra ciudad en manos de las nuevas generaciones que la veneran, Laia sufre por todo lo que hizo, por quien tuvo que ser, y por quien realmente es. No se siente cómoda con su identidad; por lo menos, no con la que todos la idealizan.

Una historia dura y hermosa al mismo tiempo. Leer por primera vez a Le Guin me hace plantearme definitivamente tocar más sus libros y rebuscar algún título. Maestría en conducir emociones, perfección en narrarlas.

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Ursula K. Le Guin

Escultura lenta. Theodore Sturgeon. Mejor relato, 1970.

A mi entender demasiado largo para lo que cuenta y un tanto falto de brillo en los personajes, lo que hace a este relato candidato a ser de los menos interesantes de esta antología. No obstante, el fondo y el significado son más profundos de lo que a simple vista pueda parecer. Una mujer encuentra a un hombre haciendo un experimento con un árbol. Después, ésta, de la que apenas sabemos nada, le confiesa estar enferma de cáncer, y él se la lleva para experimentar con electricidad. Nunca sabremos si la cura al instante, si ella lo cree de verdad, ni quién es él. Anónimos.

El caso es que vemos la similitud entre la creación de un bonsái y la interacción del cuerpo humano y la mente. ¿Son dos cosas que hay que esculpir para crearlas y mantenerlas?


¡Coge ese zepelín!. Fritz Leiber. Mejor relato corto, 1975.

Interesante experiencia de un hombre de ciencia y sabedor de los secretos del universo. Él mismo plantea en su historia el misterio que abarca los momentos que, en cierto año y lugar, le ocurrieron, y que podrían estar relacionados con la existencia de dimensiones paralelas. El motor de arranque es una reunión con su hijo en el Empire State de Nueva York y la visita a un zepelín en su azotea. Fritz, el personaje-autor, rememora su encuentro y charla con su hijo; charla de por sí extraña, que nos avisa de que hay algo en la historia universal que no encaja. Después, la figura de un extraño hombre de oscura presencia parece actuar como una premonición a lo que está por suceder. Un relato de amargo resultado que deja más interrogantes a su término.


De niebla, hierba y arena. Vonda McIntyre. Mejor relato, 1973.

En un desierto indeterminado, de una época imprecisa, la «curandera» Serpiente acude a un poblado a curar a un niño que está muriendo por un tumor. Pero Serpiente no es una curandera al uso. Es médico, espiritual y física. Cura por medio de los venenos de las serpientes siguiendo procedimientos naturales. Serpiente deberá enfrentarse al temor de un pueblo, que la necesita pero que desconfía de ella. Tendrá que hacer frente a sus propios fantasmas. A su vez, un joven del poblado aprenderá que existen costumbres diferentes y lugares increíbles fuera del desierto y a luchar contra los prejuicios de su propia cultura.

Con una fuerza interior que parece hablarnos en cada linea, De niebla, hierba y arena ofrece una visión solidaria y de comunión del ser humano con la naturaleza que pocas narraciones pueden hacernos sentir. El peligro, el miedo, la fe… todo forma parte de nosotros, de nuestra condición humana. Y la naturaleza. Más de lo que podríamos pensar.

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Vonda McIntyre

La persistencia de la visión. John Varley. Mejor novela corta, 1978.

Un futuro cercano a la fecha de publicación de esta novela. Un futuro desesperanzador y estéril. En medio del caos por los desastres atómicos, el protagonista inicia un periplo iniciático buscando algo más que ganar dinero; viaja de aquí para allá sin encontrar su lugar. Sin embargo, un día encuentra una comunidad formada por sordo-ciegos, nacidos así por la varicela contraída por sus madres cuando aún no habían nacido. Se calcula que en el mundo de la novela nacieron más de cinco mil criaturas, de las que unos pocos cientos de ellas aprendieron a vivir. Muy pronto se dará cuenta de que existe un lenguaje más allá de lo humano, fundido en lo primordial de la naturaleza y del alma. Experimentará extraños regocijos, sentimientos jamás imaginados, y no necesitará más de la vista o el oído para entender, amar y vivir.

Intensa novela corta donde se nos muestra el resultado de una serie de crisis que asolarán el mundo. Así, la visión del autor se centra en el lenguaje de signos, de tocamientos, del cuerpo y de otros lenguajes que no necesitan ser hablados, palpados, sino sentidos.


La gruta de los ciervos danzarines. Clifford D. Simak. Mejor relato corto, 1980.

Creo que se queda tan corto que no se llega a disfrutar nada. El descubrimiento de una gruta en un yacimiento arqueológico lleva a otro descubrimiento más sensacional y extraño todavía. Un ser vivo con facultades extraordinarias, que no mencionaré, porque si no lo cuento todo, ya que no tiene apenas acción. Existe un corte fulminante en el transcurso de los hechos que podría haberse llenado con algo más de misterio y emoción, pero tristemente Simak lo ha dejado ahí, tal como nos ha llegado, como una mera anécdota. Un relato falto de talento para aprovechar lo que podría haber dado más de sí. Si se llevó el premio al mejor relato corto de aquel año, no quiero ni imaginar cómo serían los demás.


Los reyes de la arena. George R. R. Martin. Mejor relato, 1979.

Cuando abrí la tienda en 2012, hacía un año que comenzó a emitirse Juego de Tronos en TV. Ojeé los libros que pedí para su venta, y a pocos párrafos tuve que dejar de leer, pese a intentarlo varias veces más. Técnicamente, el estilo automático, vacío y plano de Martin para relatar (entiéndase por «sus traducciones») me chirría y resulta carente de interés. Igual ha sucedido con este cuento, Los reyes de la arena, cuyos recursos para solucionar y conducir la historia hacia donde el autor deseaba, me han resultado tramposos, con vacíos inexplicables, fallos y trucos fáciles para engañar al lector. Por no hablar de los personajes: sin aristas, sin carácter, meros maniquíes que se mueven al ritmo de los acontecimientos.

Un caradura con un estilo de vida muy cuestionable adquiere unas mascotas que son como insectos, los reyes de la arena. Construyen castillos y pelean entre sí. Un entretenimiento exquisito que se le va de las manos. Estos bichos esconden un terrible secreto y Simon Kress, nuestro protagonista, no tiene el carácter adecuado para cuidar de ellos y hace caso omiso a los consejos de su vendedora. Pronto, los reyes de la arena se desatarán entre el terror y el horror de Kress y sus allegados.

Como historia, pues sí, en parte me ha gustado, no puedo decir lo contrario. Pero el hecho de ser un relato corto me ha ayudado a seguir su lectura. Si fuera una novela, seguramente ni me hubiera planteado leerla. A veces tenemos que tomar estas decisiones. Una narrativa, como he dicho antes, inexpresiva, plana, que me ha provocado unas ganas terribles de que terminara. No es mi estilo ser tan agresivo en mis opiniones, pero en ocasiones como esta, tan indignantes para mí, no consigo entender el éxito editorial de este señor. Dejo este autor a quien no valore la literatura en su justa medida.


Jeffty tiene cinco años. Harlan Ellison. Mejor relato corto, 1977.

La historia del niño que no crecía. Jeffty tuvo siempre cinco años. Por medio de recuerdos del narrador, contempla la infancia como el periodo donde todo es magia y al que nos aferramos de adultos. Cuando el narrador se convierte en un adulto, el amigo de su infancia sigue teniendo cinco años. Sus padres se consumen entre la apatía y la indiferencia hacia su extraña criatura. Pero un día algo sucede alrededor de Jeffty: los programas de la radio de hace décadas vuelven a él, pero solo a él. ¿Sortilegio? ¿Fenómeno físico-espacial? ¿Qué tiene Jeffty en sí mismo para que el tiempo se haya detenido en él y hasta haga regresar esas cosas añoradas de la infancia? Entre el misterio y la tragedia se mueve este relato de tintes dramáticos. Acertado, de final increíble, aterrador y confuso, me ha estremecido como ningún otro lo ha hecho.

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Harla Ellison

Un muchacho y su perro. Harlan Ellison. Mejor novela corta, 1969.

Mismo autor que el anterior. Este relato se encuentra en el segundo lugar del libro. No obstante, no lo he leído. Lo dejé para el final, y ni siquiera he conseguido continuar mucho más desde donde lo dejé. No por ser malo, o ilegible. Sino por su intensa violencia. No suelo dejar un relato por estos motivos, pero su lenguaje soez y situaciones de maldad gratuita me han obligado a perder el gusto por leerlo. Solo puedo decir, entre la brumosa idea de lo que he leído, que en un futuro -más o menos las primeras décadas del siglo XXI-, tras la Tercera Guerra (Mundial, entiendo), se hicieron experimentos con perros, lo cuales han adquirido inteligencia y aptitudes humanas, como refleja desde el principio el narrador, humano, que está siendo paseado por su perro. Hasta ahí poco más. Que aproveche a quien tenga estómago para leerlo.


BIBLIOGRAFÍA

Lo mejor de los premios Nebula, vol. 2. Editor Ben Bova. Edición original de 1989.

-Ediciones B, S.A., 2007.

-Bolsillo, tapa blanda. 512 páginas.

ISBN: 978-84-666-0504-5

 

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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