‘Rebeca’, de Daphne du Maurier (1938) [Reseña]

El libro más conocido de Daphne Du Maurier, Rebeca, lo es gracias a la sublime adaptación al cine que realizó Alfred Hitchcock en 1940, pero la novela no se queda atrás, puesto que su éxito derivó en la película.

El universo literario de Daphne Du Maurier

Ya entramos de lleno con la anterior reseña de Los pájaros y otros relatos, y no podía quedarme quieto después de haber terminado encantado con la narrativa de la autora. Recordando, además, que Rebeca es una de las películas que más he visto de pequeño, y teniendo el libro muy a mano, finalmente su lectura era inminente.

La protagonista y narradora es una joven huérfana muy tímida, introvertida, incluso pusilánime, temerosa de todo lo que pueda hacer o decir. En Montecarlo conoce a Maximilan De Winter, enviudado hace pocos meses, quien le pide en matrimonio para ir a vivir a su mansión, un caserón llamado Manderley, su propiedad inglesa, propio de cuento de fantasmas gótico, rodeado de parajes hechizantes. Muy pronto, la protagonista se dará cuenta del extraño comportamiento de su marido y de la sombra de la difunta señora Rebeca que planea sobre ella cuando toda la gente a la que conoce empieza a compararla.

“Afortunadamente, la fiebre del primer amor se pasa solo una vez.”

Rebeca. Daphne Du Maurier

Historia de una obsesión

Lo primero que nos llama la atención del libro es el carácter de la protagonista, de la que nunca sabremos su nombre. Narrado en primera persona, la autora la presenta, ya desde el principio, con toda clase de descripciones: tanto en sus gestos, sus palabras y afirmaciones, pensamientos, forma de vestir… Esto deja clara su forma de ser. Una muchacha temerosa de la vida, cauta en sus palabras, acomplejada, ensimismada, incapaz de hacer algo por sí sola, de completa actitud pasiva, con una mente llena de fantasías e ideales.

Su retrato llega a ser tan íntimo que en ocasiones he podido llegar a adelantarme a alguna reacción a los hechos que ocurren. Me he avergonzado con ella cuando ha cometido un error, me he horrorizado con ella después de la presión a la que es sometida, he entendido sus sueños y esperanzas… Probablemente es el personaje mejor descrito que he leído en muchísimo tiempo. Y podéis creer que exagero todo lo que queráis, porque así es.

Precisamente es el mejor perfil que podía haber creado la autora para todo lo que le viene encima. He hablado de que Rebeca es la historia de una obsesión. Pero varios personajes tienen alguna. El tema principal es el recuerdo de Rebeca, que ronda por la mansión como un fantasma aterrorizando a la pobre protagonista de manera indirecta. Las descripciones que de ella hacen Beatrice, hermana de Maxim, como Frank, su amigo o la señora Danvers, el ama de llaves, así como otros personajes a lo largo de la narración, hacen partícipe al lector de que era una persona totalmente opuesta a la nueva señora De Winter.

Manderley. Créditos: Hooked on houses

La señora Danvers será la clave para el sufrimiento de la protagonista: su figura y apariencia, lánguida y fantasmal, como un cadáver con vida, sus movimientos y apariciones en las estancias de la casa, su comportamiento ambiguo y malicioso… Pronto todo eso hará mella en la nueva inquilina, que se sentirá como una impostora en Manderley, pues todo recuerda a Rebeca, y da la impresión de que ni Maxim ni los criados quieren que nada cambie en la rutina de la casa. El ambiente opresivo y agresivo de Manderley, sus habitantes de regias costumbres victorianas, no harán fácil la vida de la joven recién casada, que verá en cada rincón y en cada palabra ajena el recuerdo de Rebeca como un enemigo indestructible.

“Si pudiera inventarse algo para embotellar los recuerdos, como los perfumes…, para que no se disiparan, para que nunca se enranciasen…”

Rebeca. Daphne Du Maurier

Manderley, Rebeca y la señora Danvers

Estos tres nombres van de la mano, son la terrible Trinidad a la que la protagonista debe enfrentarse y que parece no conseguir ganar terreno. La imponente presencia de Rebeca dejó en Manderley su huella más siniestra, que continúa en la señora Danvers, que adoraba obsesivamente a su antigua señora. Por eso la vida de la nueva señora De Winter resulta tan opresiva y asfixiante como para creer que, debido a su personalidad débil y bobalicona, podría estar exagerando o malinterpretar los signos que se suceden a su alrededor. Pero no solo es eso, es también su marido, Maxim, quien desde el principio tendrá reacciones poco lógicas incluso para los lectores. Sin embargo, ¿qué hacer cuando pareces ser la sustituta de una mujer que se comía el mundo y devoraba la atención de todos solo con su presencia? ¿Cómo conseguir que tu marido olvide la figura de la difunta cuando todos se empeñan en mantenerla con vida?

Suspense insoportable

La sensación constante de que algo va a suceder es el gancho más fuerte para la lectura de Rebeca. No hay momento en que la imaginación de la protagonista y su propia percepción de los hechos deje a los lectores en paz.

Otro punto fuerte es la impresión de que terribles secretos se esconden tras los muros de Manderley, y por supuesto, en las mentes de sus habitantes. Nada queda al azar, y las sorpresas irán juntando las piezas de un escabroso puzzle que transformará la novela a medida que avanza: de melodrama romántico a suspense psicológico y, finalmente, a novela negra.

La sintonía perfecta de la autora a la hora de elaborar la trama deja patente la perfección del uso de registros y técnicas literarios, esos que tanto me asombraron en la lectura de Los pájaros y otros relatos. Y es que Du Maurier es experta en convertir cualquier imagen o escena donde no ocurra nada en una auténtica pesadilla.

“Yo no quería pensar en Rebeca. Quería solamente ser feliz. Y hacer feliz a Maxim. (…) No podía impedir sentirme como una invitada en Manderley, una invitada que espera para más tarde o más temprano el regreso de la señora de la casa.”

Rebeca. Daphne Du Maurier

Los principios no son buenos

Digo esto porque, a mi gusto y parecer, el primer capítulo del libro no me pareció lo mejor de la autora, y os lo explicaré. Dejando a un lado la excelente primera frase que muchos recordáis, “Soñé anoche que había regresado a Manderley” —enamorado estoy de esas palabras, que en la película conocemos más por “Anoche soñé que volvía a Manderley”, con ese doblaje español “antiguo” tan mágico e insuperable—; dejando, pues, de lado estas palabras, todo el primer capítulo, varias páginas, están dedicadas al sueño de la protagonista en el que se interna, como una sombra etérea, a los terrenos y bosques de Manderley, describiendo exageradamente y hasta la saciedad los caminos, rincones, la flora que puebla cada paso de las propiedades de la casa, los muros de la mansión… Un verdadero espectáculo que podría aburrir hasta a un mono.

Y no lo digo despectivamente, pero creo que es el peor modo de empezar una novela. Si os sirve de algo, esto da una idea del estilo y registro de la novela en sí, pues adelanta que Manderley, sus caminos, flores, la niebla que la atenaza incluso en verano, los colores y olores de la lluvia en sus piedras y muros… todo, absolutamente todo, es el ideal gótico de la novela de fantasmas. Y no me cansaré de repetirlo para que todo aquel que se aventure entienda que podría quedar encantado con el escenario en el que se desenvuelve la historia.

La señora De Winter y la señora Danvers caracterizadas en la película de Alfred Hitchckock.

«¿Qué opina usted de Montecarlo? ¿O no opina usted nada?«

Rebeca. Daphne Du Maurier

Técnicas que engrandecen

No siempre hay que aplicarlas de forma rigurosa, pero Rebeca es un perfecto ejercicio de técnica narrativa. A saber: la mayoría de capítulos acaba con un cliffhanger, esa técnica tan propicia para las series de televisión que dejan en suspense al público, pero en esta ocasión, con una frase o un gesto simples que encierra una terrible contradicción o misterio, ironía o sorpresa. La autora maneja perfectamente la atención de los lectores, que no podrán esperar a leer el siguiente capítulo, pues ha sembrado la semilla que los deja impresionados y estupefactos.

Después, y como ya he dicho, el retrato intimista y personal de la protagonista es inagotable. Uno de los mejores recursos que utiliza es la increíble imaginación de la joven muchacha, que pasa de una vida aburrida y rutinaria bajo el yugo de una señora que la maltrata psicológicamente a ser la señora y dueña de una mansión rodeada de gente de diferente clase social, con lo cual se hallará perdida sin saber qué hacer o decir. Simplemente, ella misma será su peor enemiga. Ella y su imaginación. Constantemente contempla lo que podría pasar en los diferentes momentos que describe, o fantasea con suposiciones y elucubraciones totalmente fuera de lugar acerca de situaciones y personajes: una forma cruel de hacerse daño a sí misma adelantando acontecimientos o impregnando de negatividad cosas que no tienen por qué ocurrir de esa forma. Sin embargo, el arco de transformación del personaje es sublime.

Y, por último, la estructura perfecta de contar una historia con su introducción, nudo y desenlace y pequeños plot points o giros que desatan información clave para dirigir la historia en un rumbo u otro. Uno de los mejores y más esperados trucos de los novelistas es la evolución del personaje principal y el modo en que tiene lugar. ¡Qué forma tan elegante de engañar al lector que tuvo Daphne a la hora de montar la historia! ¡Y qué difícil es hacerlo sin recurrir a trucos burdos y ases en la manga, para que todo tenga sentido y se trate solamente de una interpretación equivocada! Así es, nosotros veremos la historia a través de la protagonista, y solo ella será nuestra única referencia para interpretar los hechos.

“El tiempo iría haciendo romas las aristas cortantes del recuerdo y todo lo haría risible.”

Rebeca. Daphne Du Maurier

Augurios

Todo, desde el principio, despide un ligero augurio sobre lo que podría pasar a lo largo de la historia, un pequeño margen de tiempo que servirá para el desbaratado final. La narración la lleva la propia protagonista, pero desde el futuro, cuando ya ha entrado en edad madura, lo que cual nos impregna de un aura de nostalgia y extrañeza atrayentes, pero también de pérdidas o, al menos, de cambios internos y de vida, a juzgar por sus palabras.

Lo mismo sucede con el deseo insistente de ser una señora de 35 años, en palabras de la protagonista. Se da a entender que tiene unos 21 años, pero aún es como una avecilla que no ha salido del nido, y sueña que al mediar la treintena se convertirá en una mujer decidida, hecha y derecha, dueña de sí misma. Por cierto, que la edad es un dato importante en lo que refiere a la historia: ella es muy joven aún, y Maxim De Winter le dobla la edad, y precisamente eso es lo que a él le encanta, su inocente juventud. Por lo tanto, encontramos que el personaje no es solo una persona miedosa, inexperta, inmadura, sino que su juventud juega en su contra en lo que respecta a su entrada en Manderley y la actitud que muchos tendrán con ella.

Daphne Du Maurier. Créditos: XL Semanal

Mi valoración personal

Estoy ante una genialidad hecha letras. Si ya en anteriores lecturas de Daphne Du Maurier me di cuenta enseguida de que fue una experta narradora de suspense y terror psicológico, Rebeca merece un reconocimiento especial por todo lo explicado en esta reseña. La psicología de los personajes, la manipulación mental de los mismos y las piezas con que juegan la partida, la deriva y evolución de la historia de un género a otro, el uso de un lenguaje exquisito, intimista y perfecto —colorido incluso, exagerado quizás—, que se acerca a lo fantástico y el terror en algunos momentos clave.

Es una lástima que, en la actualidad, para encontrar gran parte de la obra de Daphne Du Maurier haya que recurrir a ediciones descatalogadas y muy antiguas —otras algo más recientes pero también desaparecidas y difíciles de encontrar—, puesto que apenas hay pocos títulos que siguen saliendo a la venta, a saber: Rebeca, La posada de Jamaica, Mi prima Rachel, El chivo expiatorio y El río del francés (bellamente editados por Alba Editorial) y varias ediciones con recopilaciones de relatos, entre ellos el original Los pájaros y otros relatos, en otras editoriales, según la búsqueda que he realizado. Lo que me obliga a no poder comprender cómo una autora de estas características, con una colección de novelas y relatos tan variada y de estilo narrativo sugerente y expresivo, no pueda encontrarse entre los más y principales autores mejor valorados en España.

En Rebeca entramos en un mundo encantado por la impenetrable personalidad de una mujer muerta que esconde un terrible secreto más allá de las pretensiones que tendrán los lectores incautos que comiencen a leer, de cómo su sombra y su hechizo domina con poderío a todos los vivos que dejó tras su fallecimiento y las consecuencias que todo ello traerá para algunos personajes. El envoltorio perfecto para los amantes de la novela gótica ya en pleno siglo XX, con melodrama de por medio y un intenso sabor psicológico difícil de olvidar.

“Todos estaban celosos de ella, porque todos estaban enamorados. (…) Ella es la verdadera señora y no usted. La sombra, el fantasma, es usted. A quien olvidan es a usted.”

Rebeca. Daphne Du Maurier

Rebeca, de Daphne Du Maurier (1938).

Título original: Rebecca.

Traducción: Fernando González.

Edición: Editorial Planeta, 1990.

Colección: Grandes novelistas mundiales.

Contenido del tomo: Rebeca, La posada de Jamaica.

Cartoné, lomo redondo. Marcapáginas de tela. 714 páginas.

ISBN: 84-320-7040-8 colección completa

ISBN: 84-320-7049-1 tomo IX

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

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