‘Un mundo devastado’, de Brian W. Aldiss (1965) [Reseña]

Un mundo devastado, de Brian W. Aldiss, es una breve exposición de temas que encajan a la perfección con lo que podemos entender por ciencia ficción: el futuro de la Humanidad, la política, la ecología, el valor del ser humano y su conexión con la naturaleza, las sociedades… Y así podría seguir.

Un mundo devastado

Ya sabéis lo que me gustan las historias que especulan con los futuros en la Tierra, en nuestras sociedades actuales, y más si contienen críticas o advertencias. En esta ocasión, ya en 1965, fecha de publicación de la obra, Brian W. Aldiss presenta un mundo en un contexto radiactivo, podrido, superpoblado, acosado por el hambre, donde el continente africano es la primera potencia mundial. Bajo su propia visión, Aldiss vierte en el vaso de los lectores una mixtura explosiva desde varios flancos: política, sociología, ecologismo, consumismo y, lo que es más importante, la conexión entre cuerpo y mente en una persona y el enlace con la naturaleza y sus ancestros.

Antes de continuar, a veces me pregunto de qué manera se puede devastar un planeta. Sí, a lo largo de mi vida he visto muchos ejemplos en novelas, películas, series de televisión, animación… Dependiendo de las épocas esa devastación se ha centrado en una u otra forma de aniquilación: la radiactividad estuvo muy, muy presente desde el segundo cuarto del siglo XX hasta casi ayer. Pero ya en la pasada década de los 90, todo ha devenido hacia la tecnología virtual y el manejo de datos (Ghost in the Shell, Matrix…).

Sinopsis

Knowle Noland es capitán en el Estrella de Trieste, un carguero en el que fue destinado a trabajar. Tras encallar en las costas africanas, Noland será testigo de las intrigas políticas que azotan al continente, ahora unido bajo una sola nación, después de terribles guerras civiles. Conocerá a la misteriosa Justine, autora de unas cartas de amor que llegaron a él de una forma muy siniestra. Entretanto, también contará a los lectores su vida a lo largo de unas pocas etapas: sus años en las aldeas de trabajo bajo el mandato de el Granjero, sus días con los Viajeros, su niñez y la terrible enfermedad mental que lo acosa constantemente.

“Gracias a él llegué a comprender por qué los gobernantes ocultan la historia lo mejor que pueden. Yo mismo aprendí historia por accidente, y ese conocimiento no me trajo sino preocupaciones”.

El mundo tal como no lo conocemos

La sociedad donde Knowle se mueve es tan diferente a la nuestra como diferentes son el agua y el mercurio. Al menos sí en su esencia. Las bombas atómicas asolaron los países, Norteamérica y Europa se agotaron en el pasado y la superpoblación colapsó las sociedades desarrolladas. Solo África se erigió como salvadora, y pasó a ser la primera potencia mundial. ¿Motivos? Suministro de tierra para el cultivo. África tuvo la suerte de permanecer fértil, y se convirtió en la despensa del mundo. Sus países integrantes siempre guerreaban, pero finalmente hubo paz. Y la vida de Noland no será la misma después de llegar a sus costas.

En un mundo todavía con lujos, los oligarcas y gobernantes poderosos mantienen a la población en un estado de ignorancia completa. Este es un mundo devastado, cruel, esclavizado y penalizado. Condenado a muerte, quizás. De ello depende la decisión final de Noland. Porque todo su periplo de dolor es causa para un resultado impactante. Hablo así de enigmático para no estropear el mensaje del libro a quien no lo haya leído, ya que siempre procuro ser justo en palabras de modo que despierte interés, pero sin contarlo todo.

Brian W. Aldiss. Fuente: 20minutos.com

“Tenemos la desdicha de vivir en uno de los períodos con peor nutrición en toda la historia humana. Hay bastante comida, a cantidad suficiente, pero su contenido consiste principalmente en venenos mortales. Cuando comemos, ingerimos sustancias tóxicas y la psique reacciona en consecuencia”.

El alimento y la actualidad

No soy historiador ni nada parecido, pero no hace falta para saber que hoy en día, 65 años después, sigue sucediendo lo mismo. Hablo ahora en plan Pepito Grillo, y no digo que deba tener razón. Pero la mayoría de alimentos que ingerimos tienen, o son, procesados y repletos de elementos químicos, más o menos cancerígenos. Pero estamos acostumbrados a ello y no nos hacemos preguntas.

El problema de la alimentación es mucho más preocupante, creo yo, en nuestros años. Ya en la época del autor del libro todo esto estaba tomando un cariz preocupante, seguramente. Recordemos que en la década de los años 20 del siglo XX se empezaron a autorizar conservantes químicos en la alimentación, después del auge de la fabricación en cadena e industrial, y producción, de comida procesada que, ya en la década de Aldiss, tomó control absoluto del mercado (norteamericano, principalmente). ¿Es Aldiss un visionario? Creo que no, como en muchos otros casos.

Adelantarse a los acontecimientos

El que un autor de esta categoría “se adelante” a un hecho futuro y que hoy en día se concreta, es obra de la ciencia ficción, como explican Eduardo Gallego y Guillem Sánchez: “La ciencia ficción es un género de narraciones imaginarias que no pueden darse en el mundo que conocemos, debido a una transformación del escenario narrativo, basado en una alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas, pero de tal modo que lo relatado es aceptable como especulación racional” (¿Qué es la ciencia ficción?, 2003).

En este aspecto, tanto podría haber acertado como no. Es algo que atañe mucho a la falsa creencia de que ciertos autores (Julio Verne, por ejemplo) son grandes visionarios; en algunos aspectos, es posible. Pero no son adivinos: especulan con las posibilidades reales de transformación en materia política, social, tecnológica, histórica, y a partir de ahí la ciencia ficción se expande como una gota de colorante en el agua.

Las letras y el conocimiento

Mucho se ha hablado y se sigue discutiendo sobre el valor del conocimiento; respecto a los libros, también existen muchos mitos exagerados, romantizando un medio que, sencillamente (y soy defensor del mismo, ¡faltaría más!), es eso: una forma de difundir y preservar el conocimiento humano. Los libros ya no existen en el mundo devastado de Noland, y por tanto, la posibilidad de leer y escribir y con todo ello, la capacidad de raciocinio de las masas esclavizadas se ha evaporado.

Inconveniente que tiene atontadas a todas las personas. En fin, una forma perfecta para evitar alzamientos y conseguir estabilizar el sistema de gobierno hegemónico que muestra el libro que nos ocupa. Esto me ha llevado a la deriva en cuanto a posibilidades se trata: ¿es el acceso exagerado a la información el que, en nuestros interactivos días, está atontando también a la gente? Las redes sociales, internet, son los principales proveedores de información, que ahora llegan a donde antes (hace apenas 25 años) pocos conseguían llegar. Pero entre tanta confusión, desinformación y falsedades, ¿qué estamos consumiendo realmente? ¿Fue capaz Aldiss de presagiar tan penoso contexto?

“Manejar esos rociados, manipular los comestibles, no era en sí un castigo duro. Pero cada semana en esa atmósfera envenenada equivalía a un año menos de vida. A los robots no se los metía allí; se estropeaban y eran demasiado valiosos para arriesgarlos”.

Valor humano

Poco valor se les da a las personas. Si habéis leído atentamente el pasaje anterior, veréis que aquí también hay robots. Claro, no lo he dicho al comienzo: podríamos fechar esta historia unos doscientos años en el futuro. Y no es que los robots sean algo ajeno a nosotros, pero en 1965 lo eran, al menos tal como los describe Aldiss (robots que hoy en día sí son posibles, y de hecho existen en cierto modo).

Pero como iba diciendo, y según veis que estos párrafos que os brindo describen tantas cosas y concentran tal cantidad de explicaciones, me sirven para contaros mis divagaciones sobre el contexto presentado en el libro. El valor que se le da a las personas es nulo. Aquí, como en muchas otras novelas distópicas, solo importa el poder y sus terratenientes, así como sus herramientas. Esas herramientas, en Un mundo devastado, son los robots, que vigilan los trabajos esclavizadores de millones de personas. Imaginaos las fábricas ahora, en 2022. Los robots son los grandes colonizadores. Si se estropean, se cambian las piezas, o se retiran y se llevan a la chatarra, o se reciclan.

“Cuanto más trabajo tomaban a su cargo las máquinas, más se parecía la gente a las máquinas”.

Y los humanos somos quienes debemos tener cuidado de ellos, pero más de nosotros, porque los robots nos sirven; no vale de nada que nos “rompamos”. Pues en las aldeas de Aldiss es a la inversa: los humanos, que se cuentan a millones, son baratos, hay demasiados, y son empleados en esas aldeas sin pudor, explotados y expuestos a todo tipo de peligros. Pero los robots… ¡ay los robots! Cuidado que no se estropeen. Cada cual que vea el mensaje que más le convenga.

“El stilbestrol mismo era cancerígeno; eso se sabía desde doscientos años atrás (…). En la enloquecida carrera por mantener el nivel de producción de comida al aumento de población, no quedó en el planeta ninguna comida que los antiguos hubieran podido calificar de pura.”

1984

Sí, es un libro que viene a cuento porque también se nombra en Un mundo devastado: “Supongo que nunca habrá encontrado un libro llamado 1984. En ese libro se describe a un joven que es considerado un enemigo por sus gobernantes; también va a una cita secreta y se encuentra allí a otro ser humano: una mujer de la que se enamora… Pero usted solo encontraba libros allí, ¿no se sentía solo?”. ¿Habría de sentirse solo alguien por estar rodeado de libros en lugar de seres humanos? ¿Hasta qué punto sería soportable?

Siguiendo el hilo de la cultura, los libros de este mundo son escasos, reliquias acumuladas que nadie se molesta siquiera en destruir, porque nadie sabe leer, ni quiere. Pero Knowle Noland sí, desde pequeño quiere saber más y, por ello, llega a ser quien es y a vivir las experiencias que describe. Sin embargo, hay algo que me hace sospechar que el protagonista es víctima, en sus últimos meses descritos en la narración, de una serie de casualidades que lo conducen adonde algunas personas quieren. Unir, pues, dos distopías por medio de un simple comentario me parece absolutamente maravilloso. Aldiss ha hecho uso de la existencia de 1984 para explicar más a fondo el nexo entre los libros y la cultura como medio, repito, de conocimiento y raciocinio.

Recursos para la vida

A lo largo de la Historia la tierra es uno de los principales motivos de enfrentamiento, poder y riqueza. En el mundo de Noland África ostenta el principal recurso por el que la Humanidad sigue en pie. “¡Ah, cómo se ha perdido el sentido de la Historia! (…) En un sitio del mundo después de otro, el hombre ha ido agotando los recursos naturales, simplemente porque no reprime sus tendencias naturales, al mismo tiempo que reprime a sus enemigos naturales (…). Así fueron agotándose y cayendo las naciones, y ahora el único poder que queda se encuentra en los Estados africanos”.

En efecto, ese lamento en el sentido de la Historia es crucial: no se aprende de lo sucedido. Y no se aprende por varias razones. Una de ellas, es que creemos que nunca sucederá en un futuro lo que ha sucedido en el pasado; otra, es que nos da igual lo que pase en el futuro, porque ya no estaremos en él (hablando a largo plazo); y, por último y principal, porque el acceso a la Historia (y, por consiguiente, a los libros) está restringido o no interesa, y entonces, al no entender el pasado, no sabremos corregir los errores y mirar al futuro procurando no cometerlos.

Gran lección de Aldiss, en mi humilde opinión y razonamiento, que esconden estos pasajes y frases de Un mundo devastado. No solo en este sentido podemos interpretar la afirmación del personaje, sino que, además, podría resultar profético para el destino que acoge a Noland al final del libro.

Naturaleza y esencia

Quiero insistir en la pérdida de identidad como ser humano en algo que he dicho antes, al principio de esta reseña: el vínculo con la naturaleza y nuestros ancestros. En Un mundo devastado, Aldiss lo recuerda constantemente en la voz del protagonista. Knowle Noland repite sin cesar que ya no existe conexión entre el cuerpo y la mente, pero lo extiende también a la naturaleza. ¿O será que todos estos conceptos los considera partes del mismo todo?

“La gente progresó aislándose del mundo natural. Pero ahora ha llegado a un estado ulterior. Cuando el suelo se volvió tan malo, se trasladó a ciudades levantadas sobre plataformas para mantenerse lejos del suelo, pero así fue como se aisló de su pasado. Es por eso que todo se va al demonio. Hemos sido aislados de la cultura que nos precedió”.

Fijaos cómo relaciona el pasado, la cultura que nos precedió, con el suelo, la naturaleza, la tierra. Existen infinidad de culturas —que aún hoy sobreviven— ancestrales a propósito de la conexión natural del ser humano. Después de todo, somos seres vivos, hijos de este mundo, de esta Tierra, y provenimos —lo digo con permiso de todos los elucubradores creacionistas extraterrestriales— del mismo lugar que las plantas, animales y todo lo que puebla este planeta. Tribus, indígenas, culturas ricas y poderosas.

¿Cómo, si no, habríamos sobrevivido tantos miles de años sin lo que tenemos hoy en día? Desde el Ártico al Tíbet, pasando por las culturas centro y sudamericanas, el mundo ha estado ya, antes que nosotros, en perfecta armonía. Y no nos hemos enterado.

Metáforas

Los sueños y alucinaciones del protagonista son constantes a lo largo de la narración. Sin embargo, las encuentro apropiadas, no forzadas, mimetizadas con la propia historia y los mensajes que lanza en cada párrafo.

Encontramos elementos como la Figura, una especie de dopplegänger siniestro que representa, entre otras cosas, la Muerte del propio ser o de la identidad humana. También las alucinaciones que sufre Knowlan nos pueden llevar a interpretaciones complejas, como los cuentos que ciertos personajes que se le aparecen en un momento de extremo peligro le cuentan sin, aparentemente, ninguna razón.

La historia de las ovejas que se apartan del terraplén por donde pasa un tren porque creen que las van a atropellar, hasta que una reflexiona y se da cuenta de que el tren siempre se mantiene en las vías, es digna de comentar; pero posee tal complejidad que sería irnos muy lejos de aquí. No obstante, veo algunas metáforas, aunque sean pequeñas y concisas, entre tales narraciones. Las ovejas forman un rebaño que nunca, por causa alguna, debe alejarse de su formación y objetivo. El escándalo viene cuando tan solo una de sus integrantes reflexiona y llega a conclusiones no aceptadas por la mayoría, temerosas de tales herejías.

Valoración final

Un mundo devastado se lee rápido, atrapado por el misterio y el hambre de saber cosas. Trabaja un estilo muy poético, alejado de la narrativa pulp y popular de su época. Afincado en un tono apocalíptico, fatalista y cuestionable, la novela de Brian W. Aldiss brilla por su realismo hipotético, alejado de finales felices para mentes ilusas y obsesionadas por pensamientos de utopías inalcanzables, que solo serían posibles en un mundo deshumanizado (¿Un mundo feliz?).

Por medio de varios capítulos, la trama principal es el vehículo que sirve de excusa para explicar la situación del planeta, sin necesidad de entrar en detalles microscópicos. La capacidad de síntesis de Aldiss me parece asombrosa. Si bien el personaje carece de una personalidad definida —de hecho, ningún personaje la posee—, he creído encontrar un halo de rebeldía y sinceridad en Noland, algo que se agradece, ya que él mismo relata diferentes episodios de su vida, todos ellos relacionados con su realidad presente, que es el escenario temporal principal.

La historia nos va a recordar siempre que hay múltiples maneras de destruir un planeta, empezando por nosotros mismos. Es por ello que la catalogo como una distopía en toda regla. La única pega es que no profundiza, pero sí da lugar a la reflexión de los lectores que se atrevan a pasar sus páginas sin afán aventurero, sino para descubrir qué une esta historia a nuestros días, y por qué sigue estando de actualidad. Así, me atrevo a hacer jugada doble, porque ahora mismo tengo entre mis manos Enemigos del sistema, próxima reseña, también de Brian W. Aldiss.

Un mundo devastado, de Brian W. Aldiss (1965)

Título original: Earthworks.

Editorial Edhasa, colección Nebulae Ciencia Ficción #27. Edición de 1978.

Formato bolsillo, rústica. 144 páginas.

Traducción: César Aira.

ISBN: 8435002187

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *