‘Arcaven’, de Leandro Buscaglia. Capítulo 7: Ecos del plano profundo

Arcaven, de Leandro Buscaglia. Una novela que está caminando hacia su final, y todavía nos guarda muchos interrogantes. ¿Habrá alguna revelación en el capítulo de esta semana?

Resumen de los capítulos anteriores: Luriel empieza a ganar mucho dinero gracias a la guarda de unos seres que lo observan, y compra un videojuego de realidad aumentada, llamado Arcaven ; un juego de luchas que funciona con una venda para los ojos y que lo transporta a un lugar que él cree real, más real que la vida. Siguiendo el deseo de conseguir ganar para conocer a una estrella de cine de la qu está enamorado, se enfrenta a peligros místicos y extraños, y a una criatura aberrante que lo persigue sin descanso…

Capítulo 7: Ecos del plano profundo

-1-

La criatura aberrante ya no estaba detrás nuestro. Nos sentimos  aliviados, pero también vulnerables: aquel bicho enigmático había aparecido y desaparecido sin que pudiésemos explicarnos cómo. El lector está acostumbrado a no entender; pero nosotros, los subconscientes, no podemos permitirnos ese lujo: existimos para proteger la vida de nuestro humano y nada puede quedar librado al azar.

Estamos al tanto de que la existencia de otro plano, acaso espiritual, nos hubiese proporcionado respuestas: la venda sería un vínculo con aquella «realidad más profunda», como dice Luriel, por el que se estarían colando distintas manifestaciones, no solo la criatura aberrante, sino también las otras circunstancias que no han sido fáciles de explicar hasta ahora. Sin embargo, nos negamos a resignar la lógica y entregarnos a aquella superchería.

La flecha celeste levitaba frente al auto. Luriel de pronto abandonó sus pensamientos inconexos: «Tengo que ganar Arcaven». No le importaba nada más. Tras una acalorada reunión, resolvimos poner todo nuestro empeño en ayudarlo. Sabíamos que no lo conseguiría, pero juzgamos conveniente que enfrentara la derrota con la convicción de haberlo entregado todo.

—¡Queremos ver el mapa y los rivales! —gritamos.

—Hola, Arcaven. Quiero ver el mapa y los rivales —dijo Luriel, y festejamos.

—Esta es la Tierra dividida en los territorios de cada gladiador —dijo la voz, y el globo apareció con el tamaño de una pelota de fútbol.

Luriel lo giraba entre sus manos, y nosotros recopilábamos información.

—¿Se pueden ver los cambios desde que empezó el juego hasta ahora? —preguntó, guiado por nuestro consejo.

—Así fue la evolución de la partida. —La Tierra cambió la disposición de sus colores y mostró cómo se expandían y reducían hasta llegar a su estado final. Detectamos algo importante: un gladiador llamado NoiseVoid se mantuvo invicto durante meses y llegó a conquistar el sesenta porciento del globo. Perdió dos semanas atrás y comenzó de cero. Otra vez invicto, ganó territorios muy dispersos: pequeñas manchitas por todo el planeta que sumaban un cuatro porciento. Dedujimos que se había hecho famoso durante su  liderazgo y que viajaban de todas partes para luchar contra él.

Elaboramos el plan más sensato posible, a saber:

1- Vencer a NoiseVoid y absorber su fama. Así vendrán de todas partes a pelear contra Luriel.

2- Conquistar el veinticinco porciento de la Tierra.

3- Para entonces, el gladiador más poderoso ya tendrá alrededor del setenta por ciento: vencerlo.

4- Conquistar el pequeño porcentaje restante.

5- Comerle la boca a Emma Carpenter como si la continuación de la especie humana dependiera de ello.

Luriel, de nuevo, nos escuchó.

—¿Dónde está NoiseVoid?

—Se encuentra a novecientos treinta y tres kilómetros hacia el noroeste.

—Elijo pelear contra NoiseVoid.

—Oponente confirmado.

-2-

El viaje fue largo y silencioso. Luriel durmió la mayor parte del tiempo; solo se detuvieron una vez para ir al baño y comer. Ya cerrada la noche, entraron en una ciudad y la flecha se detuvo frente a una casa grande y moderna, la única del barrio que estaba a oscuras. El portón no tenía llave y Luriel entró al jardín. El pasto estaba crecido, la piscina llena de hojas secas y una película gruesa de mugre en la escalera de entrada hacía los pasos chiclosos. Golpeó la puerta y se abrió.

El interior de la casa estaba abarrotado de esculturas abstractas cubiertas de polvo. Justo antes de que Luriel volteara a ver un enorme mural de escupitajos coloridos, detectamos un movimiento minúsculo en un rincón de la sala.

—¡Es una trampa! ¡Date vuelta!¡A la izquierda!¡A la izquierda!

Luriel desenfundó su espada y giró como le indicamos: quietud.

—¡Ahí atrás!

En la penumbra, detrás de una figura de maderas retorcidas, había alguien sentado.

—¡Salí de ahí!¡Vamos a pelear! —dijo Luriel.

NoiseVoid se puso de pie y avanzó un paso. La luz que llegaba de la calle y entraba por las ventanas desnudas nos mostró una persona muy alta, una armadura imponente, un escudo largo y una fila de espadas que asomaba detrás de sus hombreras. Nos pusimos a buscar un punto débil. Su armadura no lo tenía, solo quedaba intentar aprovechar la diferencia de altura y atacar por abajo con velocidad e intermitencia. Dio otro paso. Luriel adelantó su espada. NoiseVoid se quitó el casco y descubrió un rostro joven pero demacrado.

—¿Para qué? —dijo. Luriel se puso contra el muro de los escupitajos y prestó atención a sus flancos—. No te podría ganar nunca, no tengo armas para pelear con vos.

—¿Y esas espadas?

—No, éstas a vos ni te rasguñan. Mirá —desenvainó una—, es una espada común y corriente. —La dejó caer y el acero quedó vibrando en el suelo. Advertimos a nuestro pequeño que podía tratarse de una trampa, de una maniobra de distracción—. Nuestras peleas son ecos del plano profundo, la batalla es entre la luz y las tinieblas… Yo  sacrifiqué mi niño aconstelado: estoy condenado a la oscuridad. Y la Oscuridad —chistó y negó de resignación— nunca va a poder vencer a la Luz.

No se trataba de una emboscada: NoiseVoid estaba bajo el efecto de estupefacientes alucinógenos. Algunos pueden pensar que no resulta ético aprovecharse de su estado vulnerable; nosotros argumentamos que es responsabilidad de un gladiador estar siempre listo para combatir:

—¡Degollalo! —gritamos.

—¡Pero yo quiero pelear! —insistió Luriel.

NoiseVoid inclinó su cabeza:

—Me rindo.

Lo que hace la droga…

—NoiseVoid se ha rendido —dijo la voz del juego—. Ahora sus territorios y armas te pertenecen. ¡Felicitaciones, Luriel!

El globo holográfico llenó la sala y los territorios conquistados cambiaron de verde musgo a azul cielo. NoiseVoid caminó hacia la puerta, lanzó una mirada melancólica a las esculturas abstractas, atravesó el jardín, cruzó el portón y jamás lo volvimos a ver.

Ahora el mundo entero sabía que el famoso NoiseVoid había sido derrotado por un jugador nuevo e inexperto, con solo un par de peleas encima.

Luriel encendió las luces y puso traba a la puerta. Recorrió la casa y se encontró con la misma escena en cada ambiente: pinturas y esculturas abstractas cubiertas de polvo. Resolvimos que no eran de ninguna utilidad y que  estorbarían en los futuros combates; dedicó un par de horas a arrojarlas por las ventanas. Cuando terminó, su propio olor le recordó que llevaba puesto, en este «plano superficial», un traje embarrado e impregnado de transpiración. Se quitó la ropa y se sumergió en la bañera con agua tibia, donde dormitó un rato.

Escogió de un armario ropa cómoda y holgada: zapatillas para correr, bermudas kaki y una camisa hawaiana. Encontró la heladera llena y llevó lo más apetitoso al living. Después de incontables intentos, pudo hacer funcionar el equipo de música y sintonizar una estación de radio «como la del auto», pensó y se acordó, recién entonces, del chofer.

—¡El pelado! —exclamó con la boca llena.

El pelado dormía con los brazos cruzados y la cabeza apoyada contra el vidrio. Despertó cuando Luriel abrió las dos hojas del portón.

Comieron juntos sin conversar. El pelado, al inicio de cada pieza pronunciaba su autor. Luriel asentía y nosotros tomábamos nota.

Albinoni, Dvořák , Bach, Schubert…

—¡Schumann! —exclamó después de estirar la s largo rato, porque tenía el nombre en la punta de la lengua, pero su subconsciente se divertía no revelándoselo.

Esta práctica resulta tan divertida como inocente. Nada nos causa más gracia que recordar, por ejemplo, cuando cierta vez un turista le preguntó a Luriel el nombre del animal que tallaba, y le negamos la palabra «coatí» durante medio minuto. Contamos esta confidencia al lector porque consideramos que a esta altura del relato ya estamos en confianza.

El chofer eligió dormir en un cuarto pequeño del primer piso, con   ventana hacia el patio trasero. Luriel escogió la habitación principal, con balcón hacia el jardín y la piscina.

-3-

Los gladiadores comenzaron a llegar a partir del día siguiente, y siguieron haciéndolo durante poco más de un mes; aunque no eran tantos como calculamos y tenían territorios pequeños. Además, en su mayoría eran inexpertos: Luriel los vencía a todos sin esfuerzo. Llegó a deshacerse de varios sin siquiera levantarse del sillón y a muchos los finiquitó sin interrumpir su merienda. El pelado no salía de su habitación más que para hacer compras, cenar y, de tanto en tanto, dedicar largas horas a la limpieza del auto. Luriel, cuando no peleaba, miraba películas de Emma Carpenter o convertía las esculturas abstractas en piezas artísticas con su cuchillito.

Una noche, durante la cena, Luriel observó sus territorios conquistados con decepción: después de tantas peleas ganadas, no habían crecido demasiado.

—Averigüé algunas cosas  —dijo el pelado, que fingía poder mirar el mapa—. Ganarle a NoiseVoid no tuvo gran impacto porque la comunidad de jugadores interpretó que estaba en decadencia. Hace más de un mes que derrotás a todos los que vienen, pero en su mayoría son novatos que tienen poco que perder; los gladiadores reconocidos no creen que lo serán más por ganarte, además intuyen que sos bueno y no quieren arriesgar sus territorios.

—¿Qué tengo que hacer?

—No sé, pero más de lo que estás haciendo —contestó el pelado.

«¡¿Más de lo que estás haciendo?! ¿Pero este tipo no sabe que hasta hace pocos meses lo único que hacías era tallar coatíes de madera por un cuarto de dólar? ¡Mandalo a la mierda!», sugerimos. En nuestro arrebato de furia soltamos un consejo infructífero que por fortuna no atendió. Esperamos que el subconsciente del lector sepa apreciar lo bueno de nuestro trabajo y no tome como ejemplo nuestros escasos desaciertos. Con todo, Luriel recibió sin recelo las palabras del pelado.

—Hola, Arcaven, ¿cuál es el gladiador con más territorio?

—Moloch_999 conquistó el setenta y dos por ciento de la Tierra —dijo la voz del juego.

—¿Dónde está?

—Moloch_999 está en Lerín.

El mapa señaló el lugar exacto, un pequeño pueblo al norte de España.

Luriel se puso a caminar alrededor de la sala. Sus pensamientos eran como chispas que saltan, se chocan, se desvanecen… Una de ellas cayó en terreno propicio e inició un fuego:

—Tengo que irme de esta casa. Tengo que ir hacia el norte y pelear con los mejores gladiadores que estén a mi paso. Cuando llegue acá —señaló el este de Estados Unidos—, cruzo el agua hasta donde está Moloch_999. ¿Sabés manejar un barco?

—Sé sacar boletos de avión.

La mañana siguiente inició el viaje. Tomaban rutas hacia el norte y entraban en cada ciudad o pueblo donde hubiese un jugador con algo de importancia. Luriel ponía en práctica, a veces más, a veces menos, su destreza para demoler a sus adversarios. Lo que más jugaba en su contra era el cansancio. Luriel llegó a pelear contra cinco gladiadores en  un mismo día luego de haber dormido en la ruta. Porque la mayoría de las noches dormía en un hotel, pero a veces, en su ansiedad, convencía al pelado de conducir también por la noche.

El viaje fue en zigzag; siempre aparecía un gladiador un poco al este, otro al oeste, después otro muy al este pero con bastante territorio… En un pueblo de Ecuador sucedió la pelea más entretenida: fue con Sanguinario.Chuck, un gladiador que hacía maniobras que de tan incongruentes y sin sentido lograban descolocar a nuestro pequeño.  

A la altura de México, ya eran dos los factores que consideramos peligrosos: al cansancio se le sumó la desatención. Y no por nada: más allá de la pelea con Sanguinario.Chuck, más divertida que difícil, Luriel había ganado tanto y con tanta facilidad que cada vez prestaba menos atención. Le advertimos a través de sueños del gran peligro que esto implicaba, aunque entendemos muy bien que todo lo fácil aburre. Fue entonces que estuvo a punto de perderlo todo por un novato que se interpuso en su camino.

Luriel a esa altura ya había alcanzado renombre internacional: el objetivo de atraer rivales de todo el globo estaba ahora cumplido. Pero un novato que acababa de iniciar su partida y no conocía nada sobre el juego lo enfrentó desinhibido y con un talento, si bien muy inferior al de nuestro pequeño, nada poco considerable. Fue una escena horrorosa la de Luriel tirado boca abajo en el suelo con  SsendARK, el novato, a punto de descargar la espada sobre él y arrebatarle así todos los logros alcanzados.  Luriel reaccionó a tiempo y se impulsó con el codo y la rodilla para dar un giro y frenar el golpe con el brazal de su armadura. En ese instante de temor recobró su sensatez y cayó en la cuenta del peligro que representa  subestimar al enemigo. A partir de allí, tomó muy en serio todos y cada uno de sus encuentros, por insignificantes que parecieran. Por esto, cuando llegó al este de Norteamérica, además de ser un gladiador famoso, era un auténtico profesional. Ya era tiempo de enfrentarse con Moloch_999.

…Continuará en el capítulo 8

©Leandro Buscaglia, del texto e imágenes, 2022.

Tripulación CosmoVersus

Leandro Buscaglia
Leandro Buscaglia
Desde 1987 convirtiendo oxígeno en dióxido de carbono. En algún multiverso tengo los astros alineados, en este programo como un artista "posmo" y escribo como un informático conservador. Guionista, creador de las apps ficcionales 'Variante Innsmouth', 'Benjamín' y 'Aislakin'. Tengo cuentos en mi blog y la nouvelle 'Arcaven' en esta nave.

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