‘Lo mejor de la ciencia ficción rusa’ (1968), por Jacques Bergier

Cada país tiene su idiosincrasia, su perspectiva, su cultura. En literatura no es menos, y zambullirse en la ciencia ficción rusa de mediados del siglo XX es hacerlo en un capítulo muy desconocido para la masa lectora. Puede que al leerlos no se diferencien demasiado de cualquier historia escrita por europeos o norteamericanos pero su contexto es bien distinto.

Si bien soy consciente de que esta es una pequeña muestra de la literatura de ciencia ficción rusa, además de antigua -hay relatos de la década de los 30 del s.XX-, puedo decir que es variada en cuanto a temas: desde tonos de fábula, pasando por lo científicamente inexplicable, hasta viajes interestelares, terraformaciones, búsquedas militares, sucesos extraños y «mágicos»…

Sin embargo, todos tienen un componente en común: la ciencia. Son relatos de gran carga científica, llegando a lo didáctico y divulgador. Claro que hace tantísimas décadas que mucha información estará desfasada. Eso no es motivo para no apreciarlos en su medida.

Incluye una agradecida introducción para descender por los túneles de esta ciencia ficción rusa.


Cuentos de Año Nuevo, Vladimir Dudincev (1960)

Un tanto críptico este relato, que me ha costado digerir por completo. Varios frentes en torno a la vida de un científoco del Laboratorio de Investigaciones Solares. Todo empezó con la visita de una lechuza. A partir de ahí se genera una serie de acontecimientos sobre la percepción del tiempo. No puedo sacar mucho, confieso que no he entendido nada. Diálogos divagantes mezclados con hechos aparentemente incomprensibles. Merece varias lecturas.


La máquina CE, modelo número 1, Anatoly Dneprov (1959)

El clásico cuento de la máquina maravillosa que concede cuantos deseos quiera el desafortunado protagonista que acceda a ella. En este caso adquiere mucha importancia el plano de la crítica comercial: el aparato en cuestión puede hacerte rico (aunque esa es solo una de sus posibles funciones). Basta con aportarle datos (periódicos) y después de rumiar en sus circuitos, expulsará la fórmula secreta. ¿Valdrá la pena gastarse tantos miles de dólares? ¿Sabrá el protagonista interpretar adecuadamente a la máquina?

La eterna propuesta de los milagros en masa que lo resuelven todo y, sin embargo, todo sigue igual. Incautos.


El gulú celeste, Viktor Saparin (1958)

Una expedición a Venus, tres especies humanoides, un conflicto entre ellas. Los tautolones, peludos y extraños nativos del planeta, son humanoides de aspecto simiesco, pacíficos pero de inteligencia básica o nula según los humanos. Podrán comprobar que no es así: los tautolones mostrarán su valía y su visión de los humanos, a los que creen una especie de dioses. Entre ellos, los venusinos, también humanodies, hostiles. A veces las cosas no son lo que parecen si no se estudian con detenimiento, y esto le ocurre a la expedición terrícola. De algún modo tendrán que aprenderlo.


Los cangrejos caminan sobre la isla, Anatoly Dneprov (1958)

También lo englobo en el clásico cuento de la creación que se rebela contra su creador. En este caso, el experimento nos lleva a una isla desiera donde unos marinero militares van a probar el misterioso descubrimiento de Kukling. Muy pronto descubrirán que se trata de nuevas armas mecánicas, programadas minucionsamente para una sola tarea, en apariencia benigna: despojar al enemigo de sus armas sin violencia.

Los pequeños cangrejos mecánicos están formados por piezas que ellos mismos, a partir de un solo ejemplar, deglutina varios tipos de metal y se reproduce a sí mismo. De esta forma se conseguiría su crecimiento exponencial en varias horas y el enemigo vería sus armas -construidas, precisamente, de metales- convertidas en pequeños juguetes. A esto le sumamos la ingenua aplicación de la teoría evolutiva de Darwin: tenemos el cóctel perfecto para el desastre. Un comportamiento inesperado en los «robots» hará estallar el peor de los presagios.

Precisamente hay algo en esta historia que me trae a la memoria un hecho de ficción similar, pero cincuenta años posterior: los Replicantes, artefactos del universo televisivo de Stargate SG1. Estos mecanismos metálicos construidos a partir de pequeños bloques y creados por una raza extraterrestre que finalmente se arrepiente de ello, se replican a sí mismo. Tienen forma de araña, evolucionan, crecen, se reproducen y devoran todo lo que encuentran a su paso poniendo en jaque a las civilizaciones que encuentran.

Stargate, Replicator
Un replicante de ‘Stargate SG1’

El experimento olvidado, Arkadij y Boris Strugackij (1959)

Brillante relato donde unos militares van en busca de un artefacto que provocó un cataclismo hace 50 años en plena tundra rusa. Pero no solo tendremos una crítica oculta a la guerra nuclear, los experimentos secretos y todo eso que en ciertas épocas estaba mal visto criticar. Nos encontramos también ante una narración terrorífica, incluso de aspecto lovecraftiano podría decir, que te engulle en su lectura y atrapa por sus connotaciones de horrores desconocidos, apenas perceptibles.


El capitán de la astronave «Polus», Valentina Zuravleva (1960)

Hermosa historia sobre la misión de recoger una investigación en la lejana estrella de Barnard, donde, para llegar, se requieren varios años de trayecto. En una época primeriza donde se comienza a dominar el arte de los viajes interestelares y la percepción relativa del tiempo, la nave «Polus» parte con una tripulación de lo más heterodoxa: tripulantes de hobbies artísticos e intelectuales, tanto de letras como de ciencias. De esta forma, en este «futuro próximo» a la época de Zuravleva, los tripulantes no se aburrirían sobremanera por encontrarse tantísimos años de viaje y expedición.

Sin embargo, surge un problema con el carburante durante la ida, lo que provocaría un desastroso o imposible viaje de vuelta. No hay problema. En las notas del valeroso capitán Jean Zarubin se hallará, décadas después, la clave del éxito.

«¡Adelante, a través de lo imposible!»

Capitán Zarubin.

Narrado en un estilo suave y profundo, este relato es uno de los mejores según mi escala de gustos en lo que a calidad literaria se refiere. Además, posee una gran dosis de ciencia -la de la época, claro está-.


Las seis cerillas, Arkadij y Boris Strugackij (1959)

El profesor Andrés Andreevic Komlin, del Instituto Central del Cerebro, y su ayudante personal Alejandro Gorcinsky, están llevando a cabo experimentos con haces de neutrinos, y el primero ha acabado en el hospital, a punto de morir. Pero Gorcinsky se resiste a hablar de lo sucedido. Es posible que Komlin quisiera probar su teoría, pero sus experimentos fueron muy lejos. Y sus descubrimientos. Aunque eso no le corresponde saberlo a la sociedad. No hay rastro de pruebas.

Lo que sí es preciso es la cientificidad con la que Arkadij y Boris relatan esta historia, misteriosa y fantástica, sobra las propiedades que los experimentos con estos haces de neutrinos podrían volcar sobre un cuerpo vivo. No solo a nivel médico, sino sensorial y cerebral. Ya conocemos estas partículas subatómicas aunque no directamente. Seguro que os suena «acelerador de partículas». Bien, todo está dicho, tanto en cine como TV el acelerador de partículas cobra un intenso y peligroso protagonismo hoy día por sus posibles consecuencias. Esta historia va por ese camino.

De igual manera que el anterior relato, El capitán de la astronave «Polus», nos encontramos con una historia principalmente científica.


Mister Risus, Aleksandr Beljaev (1937)

En particular ha sido un relato un tanto espeso y aburrido para mi gusto. Un don nadie, Spalding, descubre la fórmula de hacer reír a la gente y consigue desbancar al gagman de más éxito de los últimos años. Pero al caer en las garras del amor se le cruzan los cables. No lo catalogaría como ciencia ficción, sino más bien como una crítica al mercado, a esa mercantilización mecánica que convierte la fórmula del éxito en una fábrica de dinero automatizada. Demasiado largo para lo que va a contar, sí.


El blanco cono de Alaid, Arkadij y Boris Strugackij (1959)

Toda una oda a la terraformación, este nuevo relato de los hermanos Strugackij. Destinados a diferentes lugares, algunos Pioneros del espacio ya no tienen mucho que hacer con los nuevos Huevos que terraforman y habilitan terrenos, desarrollan tecnología de forma automática. Por ello van a supervisar. Mientras, el cuento nos hace partícipes del funcionamiento de esta tecnología que empezará a desplazar a la mano humana en la conquista del espacio. ¿Un presagio?


Las botas mágicas, Viktor Saparin (1955)

Lo que empieza por ser una simple anécdota se convierte en una obsesión sobrenatural para la madre de Petja. Y es que al niño le regalan unas botas que nunca se gastan y siempre permanecen nuevas como el primer día, incluso cualquier rozadura se autorrepara. ¿Qué pasa con esas botas? ¿Dónde está la ciencia ficción? Ahí mismo, en el propio relato. Una lección contra la incredulidad de la ignorancia. Tenía pensado comentar algo más pero sería desvelar el resultado. Solo diré que la primera vez que leí sobre tejidos inteligentes fue allá por el 2002.

ciencia ficción rusa
Mi ejemplar del libro

La infra del Dragón, Georgij Gurevic (1958)

De nuevo nos trasladamos a un viaje interestelar. De emotiva narrativa con bellas reflexiones sobre el tiempo y el ser humano, la extensión del espacio y la curiosidad por lo desconocido, un grupo de investigadores llega a una estrella, la infra en la constelación del Dragón. Es una estrella sin luz y que emite rayos infrarrojos, pero cuya situación se conoce por tapar el brillo de las estrellas lejanas.

Allí el Abuelo, el más anciano del grupo, se prepara para su último viaje. Para él,

«la vida no se cuenta por fechas, sino por momentos»

y ese es el motor de su vida. Detrás de él quedan múltiples expediciones y descubrimientos, y por ello se ofrece para la peligrosa misión de acceder a un planeta para que la tripulación no dé por perdidos los años gastados en el viaje. El descubrimiento que hallarán en el planeta es impensable para toda la tripulación y para el propio Abuelo.

Es el último relato del libro. Pero he dejado para el final los dos más largos. Manías que tiene uno.


La esfera de fuego, Vladimir Nemcov (1946)

Podría resultar un tanto espeso este cuento, uno de los más largos, puesto que la mayor parte la pierde describiendo una misión de rescate en un incendio en la taiga rusa, repleto de tecnicismos militares y tecnológicos. Finalmente, el hallazgo de la esfera de fuego ocupa una ínfima parte de la historia. La carga potencial del relato, para poder salvarlo, está en el esfuerzo heroico de los protagonistas a la hora de afrontar los peligros, en la forma en que sortean los obstáculos para que la misión tenga éxito.

Por otra parte, el hallazgo de la esfera plantea numerosos interrogantes científicos y misteriosos. Ya sabéis, cuando algo cae del espacio y se comporta de forma extraña, algo hay ahí… o de allá de donde venga.


Naves de estrellas, Iván Efremov (1947)

El más largo del libro, Naves de estrellas relata cómo dos colegas científicos, de la forma más casual y con ayuda de las investigaciones de colegas ya fallecidos, hallan un hecho curioso y revelador. Cómo la casualidad reúne a tres disciplinas diferentes para hilar sucesos ocurridos hace millones de años que, a pesar de no poder encontrarles toda la explicación, constituyen un hecho.

Narrado con ternura y empatía científica, Efremov peca de exceso de descripciones ambientales inacabables y, en ocasiones, innecesarias. Quizá igualmente cae en la tentación de exagerar la importancia de las pruebas extraordinarias que los personajes encajan para descubrir que hace millones de años la Tierra no estaba solo dominada por dinosaurios. Hay demasiada inocencia en los argumentos y las reflexiones iniciales, pero amigos, esto es ciencia ficción.

«¡Difícil camino el de la investigación! Los escasos vuelos del pensamiento son como saltos fabulosamente ligeros sobre abismos de groseros errores».

Iván Efremov. Naves de estrellas.


BIBLIOGRAFÍA

Lo mejor de la ciencia ficción rusa. Recopilado por Jacques Bergier, 1968.

-Título original: Fantascienza, 1965. Giangiacomo Feltrinelli editor.

-Bruguera Libro Amigo, 1ª edición. 448 páginas.

-Depósito legal: B 37970-1968

Tripulación CosmoVersus

Marcos A. Palacios
Marcos A. Palacios
Administro CosmoVersus y colaboro con la Editorial Gaspar & Rimbau, donde he publicado mi primera obra antológica 'Fantasía y terror de una mente equilibrada' y corregido y anotado los libros de los 'Viajes muy extraordinarios de Saturnino Farandoul', entre otras ocurrencias. Mis reseñas van más allá del mero apunte de si este o aquel libro me ha gustado mucho o no. Busco sorprender y animar a los lectores a leer y compartir mi experiencia personal con los libros, igual que los compañeros de CosmoVersus. Soy muy retro, y no por mi edad, pues a los 20 años ya estaba fuera de onda. Perdón por no evolucionar al ritmo de los tiempos, pero es que soy yo.

5 comentarios sobre «‘Lo mejor de la ciencia ficción rusa’ (1968), por Jacques Bergier»

    1. Hola Gianpierre. Precisamente he visto esas dos películas. Nochnoi dozor no la entendí mucho y creo que no vi la saga completa. En muchos aspectos me resultó atractiva, pero no puedo afirmar si me parece buena o mala al no disfrutarla del todo. Quizá deba revisionarla para comprenderla mejor. Guardians me gustó aunque la dirección deja un poco que desear, así como los diálogos. Pero la premisa, idea y puesta en escena me encantaron. Las dos películas tienen ese toque alejado de lo típico a lo que estamos acostumbrados por el cine norteamericano que las hace poseedoras de su propio carácter. Espero haber contestado a lo que querías. Gracias por tu colaboración. Un saludo.

      1. Gracias a ti me hare seguidor de tu blog, por que es interesante que alguien se ponga del lado del otro mundo y ponerse a investigar sobre la sci fi rusa, obvio me vuela la cabeza como amante del Sci fi, me gustaria si no es mucha molestia seguir en contacto con tu persona ya que es muy grato compartir estas cosas con similes hobbies. saludos y un abrazo!

        1. Te agradezco la atención puesta en mi blog, eres bienvenido siempre. Y por supuesto, cualquier consulta que quieras hacer, hazla, tienes la puerta abierta. Mi mail está puesto en la sección de Contacto o en mis Redes Sociales (Facebook o Twitter). Aunque confieso que no he leído mucha literatura rusa, esto ha sido lo primero, tal como indico en el artículo. Pero siempre puede caer algo más y, por supuesto, si tienes alguna sugerencia, soy todo oídos, seguro que tienes algo que descubrirme. ¡Un saludo!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *